Señales confusas

Si me preguntaras ''¿por qué?'', te diría....
Que yo ya estuve acá mismo muchas veces, y que insistir nunca valió la alegría. Tampoco la pena.
Que, de igual manera que no me siento a esperar trenes, no puedo esperar mensajes o gestos que no llegan. Que de igual manera que no intento descifrar acertijos, tampoco señales confusas. Que de igual forma que no corro colectivos, tampoco detrás de quien se aleja.
Que me niego a menospreciar así mi vida.
Que para vueltas están las puertas giratorias, y para tibios el agua de la ducha. Que para cortado, un café. Para lentos, los bailes del dos mil. Para frío, el mar de noche. Para indescifrable, el triángulo de la bermudas. Para difíciles, los parciales. Para solo de a ratos, la suerte. Para imposible, pasar una hora sin pestañear. Para inalcanzable, ni siquiera mis sueños de conocer la Torre Eiffel.
Que para inconstante, el clima. Para retorcido, un bucle. Para cobardes, el vino con soda. Para inestable, mi perra antes de que la bañe. Para distante, un jefe. Para sufrir, las inyecciones. Para muestras insignificantes, el cartoncito con un poco de perfume que me dieron hoy por la calle. Que para una vez por mes, el sueldo. Que para solo un 10%, el índice de la población mundial que es zurda.
Que si tengo que pensar tanto, prefiero un rompecabezas.
Que si no nos vemos, no existimos.
Para esperar, la carroza. 
Que para algo simple y sano, estoy yo.
Que todo esto me suena parecido, como un déjà vu de un lugar al que no vuelvo. Porque me conozco, y sé que, esta vez, no me lo voy a perdonar.
Que me conozco. Que por las personas, que por las conexiones, hago todo lo que puedo hacer, y doy todo lo que puedo dar. Incluso de más. Que ya no puedo correr riesgos. No pertenezco en donde no hacen todo lo que pueden hacer. En donde no dan, ni siquiera, lo que pueden dar.
Que me gustás. Que no me alejo porque no me merezcas, porque no soy quién para juzgar lo que merecés. Me alejo porque no me lo merezco. Porque sí soy quién para decidir lo que merezco.
Que merezco más.
Que ya fui esa nena en la calesita esperando ganarse la sortija. Que ya la gané muchas veces. Que ya se me dibujó la sonrisa de triunfadora en el rostro por unos segundos. Y que después, al instante, se desdibujó. La sortija se le devolvía al dueño de la calesita, y yo me había esforzado por nada. Que no quiero sentirme la nena que fui en ese juego otra vez.
Que si me sos sincero con lo que querés, te escucho. Que si me decís que sí, lo entiendo. Que si me decís que no, lo entiendo. Y que si no te comunicás, renuncio.
Que si es a besos, te creo.
Que si es a veces, no.
Pero vos me vas a preguntar ''por qué'', y yo no te voy a decir nada. Al final del día no importa decir nada. Todo lo que puedo decir, lo escribo y después me voy, liviana.
Que si venís, quedate, y si me voy, culpate. Probablemente no te hayas dado cuenta que soy del 10%. Y no solo porque soy zurda.
Sino porque yo, cuando quiero, no pertenezco para nada a esta generación de indecisos.
Para indecisos, un plato de comida agridulce.
Para indecisos, yo ya no.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero