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Mostrando entradas de mayo, 2020

Después del minuto ocho

Cuando empecé a escribir en redes tenía veinte años: la edad que tiene Jazmín en "Después del minuto ocho". Hoy tengo veintitrés, y publiqué mi primera novela. Una novela sobre el dolor. Un dolor que experimenté varias veces a lo largo de mi vida. Muchos me preguntan cómo plasmé lo que se siente transitar un duelo sin jamás haberlo sufrido. La respuesta no la tuve antes, pero la tengo ahora: el dolor es universal. Cuando estamos tristes, la tristeza del otro nos suena siempre parecida a la nuestra, aunque la causa sea diferente. Nos encontramos resonando con las emociones que el otro tiene. Cuando estamos tristes, nuestro dolor lo abarca todo, y siempre parece el más grande. Yo también, al igual que Jaz, me sentí incomprendida muchas veces. Yo también creí que mi tristeza repelía a los demás. Yo también sospeché que mi angustia lo abarcaba y abarcaría todo por y para siempre. Yo también me consolé a mí misma con un "esto también pasará". En el camino encontré a

Lo que se sentía sentir

Quizás lo olvidé, porque doy fe de que en algún momento lo supe: algún día, no hace mucho tiempo, dentro de esta misma vida, supe lo que se sentía sentir. Puede que hace ya bastante nada sea más que ésto: una infinita sucesión de intentos por recordarlo. Por recordar cómo vivía cuando mis emociones no estaban entumecidas. Y fracaso, todas las veces. Entonces dejo que otras manos toquen mi cuerpo, y beso, con toda la pasión que encuentro todavía dentro mío, otros labios. Y trato, lo juro: ésta soy yo tratando. No te das una idea cuánto, aunque no se note para nada. Pero nadie, nada me llena, y sospecho que mi mayor temor es que ésto yo lo deseé. Sé que no quería sufrir más, pero: cuando sufría había literatura, y pasión, y el sexo valía algo. Ahora todos ellos son solo un medio para desadormecer este sinsabor que es la vida cuando no se siente nada de nada: ni siquiera dolor. Entonces dejo que besen mi piel, y me refugio en el alcohol para poder olvidarlo todo por la mañana.

Los momentos en los que no estuviste

No me ayudaste con la mudanza, ni a pintar las paredes cuando te conté que iba a hacerlo sola. Pero contraté a alguien, por si te lo preguntás. No pudiste venir a mi fiesta de cumpleaños porque tenías otros planes, pero igual usé un vestido nuevo, besé los labios de un chico hermoso, y me emborraché. No faltó ninguna de mis amigas: a ellas también les conté lo importante que es para mi mi cumpleaños. Ellas escucharon. No me felicitaste por mi libro. No me llamaste cuando te conté que renuncié al trabajo, no apareciste en mi casa el tres de febrero con un regalo o con flores. Y te esperé, unos minutos.  Tus brazos no estuvieron para sostenerme. No cumpliste mis expectativas y no eran muy altas: me encontré bajándolas, acomodándolas a tu antojo. Hasta que las subí de un tirón y cerré mi puerta, igual que hice con los demás. No me hiciste el desayuno las mañanas en las que desperté a tu lado, ni me abrazaste en las noches que dormí con vos. No me sacaste el frío: bajaste aún m

Tu mediocridad

No te lo tomes personal: lo mejor que generó tu mediocridad es un montón de risas. Se reproducen en miles de rostros, en chistes excelentes, y así es cómo funciona el mundo. Tu paso por mi vida fue muy cómico como para quedarme riendo sola. Aunque tal vez, si hubieras llegado años atrás me hubiera comparado con todas ellas, y tu hipocresía me hubiera hecho llorar. No creas que nos reímos de vos. Nos reímos con vos. No creas que nadie te culpa. Sé que seguramente te gustaría ser un hombre de verdad, pero lo que te tocó en suerte es lo que tenés.  Y gracias a mí ahora hacés reír. ¿No es la risa sanadora?, ¿no es saludable sonreír? Quizás le aliviaste la semana a alguna persona que necesitaba un instante de alegría. Tal vez, gracias a mi, generaste algo positivo sin pretenderlo: causaste gracia. Sería una lástima que no te lo tomes como un cumplido, porque es lo que es. Entonces te pido perdón por no estar arrepentida en lo absoluto, y te digo de antemano, que jamás te pediría perd

El beneficio de tenerme

Te voy a mostrar las mejores cosas, las que siempre buscaste, incluso si no las valorás, sobre todo si no lo hacés: lo que es que te escuchen y que estén en el detalle. Siempre estoy en el detalle, porque cuando quiero, o cuando pienso que quiero, lo hago con todo mi corazón. Vas a poder localizarme cuando te sientas mal, porque así es como soy. Cuando estoy lo hago con el alma, y también pongo el cuerpo. No te van a faltar mis consejos si necesitás ayuda, ni mis brazos si te sentís solo. Te voy a hacer los mejores regalos, los que lleven más dedicación. Voy a aprenderme tus gustos, a preguntarte cómo te fue en el parcial para el que me dijiste hace cinco días que estabas estudiando, y a sorprender con gestos que te van a demostrar lo que yo ya sé: es un enorme beneficio tenerme cerca.  Y todo esto va a durar un breve periodo de tiempo, unas semanas o unos meses, hasta que me asegure de que quedó claro que nuestras diferencias son irreconciliables. Después voy a irme, y nunca más va

Las reglas de tu juego

Solías decirme que las reglas las tenías que poner vos, porque así era como yo podía ser parte de tu juego: ese fue tu primer error. El segundo, pensar que si nos sometías a un juego, te dejaría ganarlo. Estabas tan seguro de que yo podía llegar a querer una parte tuya, cualquiera con tal de tenerte: alguna sobra. ¿De verdad creíste que una persona como yo podía valer sobras? Tal vez no lo notaste, espero que ahora lo hagas: no se puede manipular a quien no tiene nada que perder. Yo no tenía nada que perder si te perdía. Vos, sí. ¿Te acordás cuando me estableciste los límites? tu narcisismo te dio la confianza para decidir por los dos, y yo hice lo que mejor sé hacer: te dejé solo. ¿Podés jugar ahora? supongo que no. Ya no tenés con quién. ¿Seguís creyéndote irremplazable? Solías decirme que no había segundas oportunidades: escuché de parte de tus amigos que estás intentando localizarme. Te encuentro en lugares en los que nunca estuviste: hasta en mi mail.  Sé que debe ser

¿te vas a arrepentir?

Yo no sé honestamente si te vas a arrepentir, aunque mis amigos, mi mamá, y hasta mi sobrina de cuatro años me prometen que sí. Yo no sé si es verdad eso de que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, o si solo pasa en las películas y en la vida real el que no te ve, no te ve, aunque deje de verte. Yo no puedo asegurar que al menos por un instante, (que a esta altura es suficiente), te mires al espejo o mires a los ojos de la chica que no te entiende cuando le contás que te sentís triste o feliz, y tragues saliva, porque algo, algún recoveco del alma que no te encontré, te señala tu error. Yo no sé si escuchar mi nombre te recuerda a tu error. Solo sé que al fin y al cabo, y aunque sería lindo, no importa que te arrepientas de haber logrado que me vaya, o de no haberme retenido apenas empecé a caminar en dirección contraria. Lo que realmente importa, (y de esto estoy segura), es que yo sé que jamás me voy a arrepentir . Hubo personas que me hirieron, cuyos nombres y

Años en redactar una disculpa

— Perdón  —. T e escucho decir, después de años.  — No te hablé más porque sentía que estabas enojada  — agregás. ¿Dijiste enojada? yo no estaba enojada. Supongo que ya no importa. Me recuerda a algo: a excusas parecidas, pero de otras personas. Habían terminado, de su parte y antes de que yo me enterara, el vínculo conmigo, porque sentían que ''era lo que yo quería'', ¿o que no era la misma? sentían que me pasaba algo, ¿o que yo estaba esperando que desaparecieran, así como así, de un día al otro?, no querían molestarme porque sospechaban que algo se había roto, y entonces hicieron lo lógico: destruirlo todo y huir, dejándome a mí, sola, preguntándome qué había pasado, o cómo es que la gente puede descartarte de manera tan repentina y sin razón aparente, para volver años después a confesar... que creían que estaba enojada.  Ilógico hubiera sido decirlo en el momento y salvar lo que, todavía, ni siquiera estaba perdido, excepto en su imaginación. Ilógico al menos p

El novio

Me gustaría explicarte que no jugué con vos, ni con el anterior, tampoco con los otros cinco o seis. Me gustaría que supieras que te mentí sí, pero solo lo suficiente. ¿No mentimos todos un poco? No soy nueva en esto, incluso aunque me gusta dar la impresión de que lo soy.  A veces me miro en el espejo y sonrío, ¿alguna vez me había sentido mejor? escucho música a todo volumen, bailo mientras disfruto de mirar mi reflejo, y canto a los gritos: todo en el silencio de mi habitación.  Me estoy por ir a vivir sola, elegí el departamento porque era en un piso ocho, ¿sabías que es mi número de la suerte? En este momento hay alguien pintando la pared de mi habitación de rosa viejo, ¿sabías que es mi color favorito? Mi balcón tiene la vista más hermosa que vi en mi vida. Ahí me voy a sentar a mirar el verde de los árboles todos los días, sola, y si invito a alguien, va a existir una regla sagrada: no se pueden quedar a dormir.  Los dos gatos que voy a adoptar no van a despertarse al lad