Los momentos en los que no estuviste

No me ayudaste con la mudanza, ni a pintar las paredes cuando te conté que iba a hacerlo sola. Pero contraté a alguien, por si te lo preguntás. No pudiste venir a mi fiesta de cumpleaños porque tenías otros planes, pero igual usé un vestido nuevo, besé los labios de un chico hermoso, y me emborraché. No faltó ninguna de mis amigas: a ellas también les conté lo importante que es para mi mi cumpleaños. Ellas escucharon.

No me felicitaste por mi libro.

No me llamaste cuando te conté que renuncié al trabajo, no apareciste en mi casa el tres de febrero con un regalo o con flores. Y te esperé, unos minutos. Tus brazos no estuvieron para sostenerme. No cumpliste mis expectativas y no eran muy altas: me encontré bajándolas, acomodándolas a tu antojo. Hasta que las subí de un tirón y cerré mi puerta, igual que hice con los demás.

No me hiciste el desayuno las mañanas en las que desperté a tu lado, ni me abrazaste en las noches que dormí con vos. No me sacaste el frío: bajaste aún más la temperatura. Nunca me esperaste con una comida preparada, ni con un postre, ni me invitaste al cine o a cenar.

No me dijiste que estaba linda la última vez que nos vimos: ninguna vez, en realidad. No me rogaste que me quedara un ratito más. Nunca me besaste con pasión y por sorpresa. Jamás me hiciste ninguna sorpresa ni me demostraste pasión.

Me regalaste un chocolate Cadbury, una vez, pero no me escuchaste cuando te conté que las pasas de uva no me gustaban, así que se lo tuve que dar a mi papá. Me acompañaste a casa, una vez: el hombre que me merece lo haría todas las veces, y esperaría a que entre y cierre con llave antes de soltar el embrague. El hombre que me merece me mandaría que le encanto en el primer semáforo de vuelta a su casa. 

No me mandaste un mensaje de buenos días, jamás. Nunca te aprendiste el nombre de mi sobrina. No te diste cuenta, de verdad lo digo, de lo que tuviste enfrente.

Y sobre todo: no me gustan las pasas de uva.

Detesto dar explicaciones pero adoro escribir: no me quedo en ningún lugar en el que las sorpresas siempre sean decepciones, desconcierto o desilusión. Porque yo me vivo sorprendiendo a mí misma y mis sorpresas solo me provocan sonrisas. Anteayer me dijiste que me extrañabas y que estabas arrepentido, pero no te contesté. El hombre que me merece sabría que es afortunado de tenerme cuando me tiene.

El hombre que me merece cree que sin esfuerzo no me merece, porque yo no lo necesito. Y tiene razón.

Sol Iannaci♥