Benedetti se equivocó

Nunca disfruté de escribir sobre el amor que todavía respira, pero quiero hacer una excepción. Me gustaría narrarte un momento de nuestra relación del cual no sabés nada. Y que aún así es nuestro. Aunque solo lo recuerde yo.
Me gustaría decirte lo importante que es ese momento en nuestra historia, porque fuiste el protagonista, aunque jamás te hayas enterado. Tenés que saber que existió porque te pertenece. Nos pertenece a los dos.
Una tarde te miré y nuestros ojos no se cruzaron. No hubo ningún tipo de contacto visual. Estabas distraido tomando un café que daba la impresión de estar hirviendo. Estabas ocupado en sostener la taza. No tenías idea de lo que yo pensaba. No sabías que te estaba mirando, ni que ese momento, más que ningún otro, nos marcó. Te estabas riendo porque te acababa de contar un chiste pésimo. No sabías lo especial que era para mí que me hicieras sentir graciosa. Tenías puesta la remera que me habías prestado la noche anterior, justo antes de sacármela otra vez. Ahí estabas. En nuestro lugar preferido. Estábamos vos y yo.
Me dediqué a observarte por una fracción de tiempo que a vos te pasó absolutamente desapercibida. Es que para el reloj no habrán sido más de quince segundos. Pero fue en esos quince segundos, en los que comprendí lo que ya sabía. 
Fue en esos quince segundos en los que sentí que si la felicidad existía y era un momento, era ese. 
Y que si el placer fuera un olor, sería el de tu perfume.
Que si la perfección fuese fotografiable, sería tu sonrisa.
Fue en esos quince segundos en los que me sentí la persona más afortunada del mundo por tenerte al lado. Cerca. Ahí. En mi vida.
En ese instante descubrí que si estaba buscando algo, era eso. Eras vos.
Esa tarde te miré y no te percataste de nada, hasta que apoyaste la taza en la mesa, y me preguntaste qué pasaba. Y te dije que nada. Que no pensaba en nada. Y cambiamos de tema. Y ese día pasó. 
Ahora estás durmiendo al lado mío. Escucho tu respiración. Y pienso que, si el amor fuera un sonido, sería el de tu respiración. 
Y si, la felicida existe. Ahora lo sé. La busqué en muchos lugares. Pero tenés que saber que me percaté que la tenía enfrente justo ahí.
Mientras tomabas café.
Me dediqué a mirarte por quince segundos. No existió ningún tipo de contacto visual. Benedetti escribió ''cinco minutos bastan para soñar toda una vida. Así de relativo es el tiempo.'' Y me gustaría, con todo respeto, decir que se equivocó: a mí esa tarde, en ese café, quince segundos me fueron más que suficientes.

Sol Iannaci

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero