Migajas de atención

Y como un cuento que me contaron cuando era más chica, llegué a lugares peligrosos guiándome por migajas desparramadas por el suelo. Con la esperanza ciega de que estuviera recibiendo, por el momento, solo muestras de lo que recibiría si seguía caminando. Con la seguridad que me inventaba, yo sola, de que más adelante habría algo más. 
Me enamoré de quienes las repartían. Llegué, incluso, a agradecer lo poco que recibía. A creer que era mi trabajo luchar por obtener lo poco que obtenía. Y con el tiempo, para qué negarlo, dejé de creer que merecía más que sobras. 
Entonces, llegué.
Y como un cuento que me contaron de muy chica, tuve que escapar, varias veces, de todos los sitios en los que desemboqué a través de migajas, que yo creía, que me marcaban un camino. El resultado siempre era el mismo. Insistir y ganar dejó de tener sabor dulce. Recoger partículas de atención de un par de manos que no querían sostenerme, se volvió lo que realmente es, y ya hace varios errores atrás que me dejó de alcanzar.
Yo no sé si Hansel y Gretel hubieran seguido caminando si hubieran sabido lo que yo sé ahora.
En cuanto a mí, apenas me doy cuenta que estoy luchando por migajas de atención, corro lejos en dirección contraria. Porque ahora lo sé: las sobras se tiran a la basura. 
A las personas se las quiere. Y cuando se las quiere, se hace lo (im)posible para hacérselo notar.
Sol Iannaci

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