La orilla

Camino con la cobardía de quien anda por la orilla. El mar me aterra por su profundidad. La recorro de un lado a otro, y a veces, finjo creerme que me estoy animando a algo, porque, aunque sea, me mojo los pies.
A veces me canso y me siento. Observo a las personas que están a lo lejos. Puedo escucharlos reírse. Puedo verlos sonreír. Agarro con mis manos la arena húmeda. Y mi mayor diversión es esperar que un poco de agua se me acerque, cuando ya la ola se desarma, antes de tomar fuerza y volverse a adentrar. La estática me reconforta. Sé ser lo que soy en esta comodidad.
Por otro lado, la comodidad me duele. Me agota. Y, casi todo el tiempo, sueño con ser alguien más, sueño con estar en otro lugar.
Camino de un lado a otro, por la orilla, y en el trayecto pierdo lágrimas, sueños, y tiempo. No quiero estar acá.
Pero allá no me animo.
No quiero ser la que soy en la orilla.
Pero, algún día, alguien me hizo creer que el mar era demasiado inmenso para mí.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero