Miedos

Supongo que todos tenemos miedos que no son nuestros, yo tengo miedos que no son míos. Lo sé porque cuándo pienso en como los adquirí, me acuerdo de situaciones que no elegí vivir y pienso en que ahí nacieron, que gracias a una traición que no me vi venir me volví un poco desconfiada, que por un maltrato que no esperaba me transformé en una persona insegura, que por haber escuchado risas ahora me da algo de vergüenza expresarme. Todos tenemos miedos encima, y creemos que son nuestros porque los adoptamos, y los creemos irradicables porque sentimos que somos de una determinada forma porque nacimos así, o porque estamos rotos, pero yo hoy en día y después de mucho haberlo pensado, siento que todos somos un collage de lo que el resto dejó dentro nuestro, y que la vida nos va moldeando y poco queda de lo que fuimos a lo largo del tiempo, porque estamos hechos para sobrevivir, y sobrevivir es adaptarse, entonces nos vamos adaptando como podemos. Es extraño creer que un miedo no es más que una protección que crea tu propio cuerpo ante una situación que cree peligrosa, porque la mayoría del tiempo pareciera que el peligro es tener miedo, y que es él el que nos daña, y quizás a la larga lo termina haciendo: Vemos rostros que nos lastimaron en personas que no nos hicieron nada, tenemos terror a experimentar algo nuevo por lo que nos pasó en el pasado, y nos terminamos privando de seguir viviendo para no volver a sufrir, pero vivir así no es más que detener tu vida en el momento exacto en el que te lastimaron.
Yo no quiero tener miedos, y todavía los tengo, a veces me hacen sentir tan chiquitita, débil e indefensa, que mi mayor miedo es seguir teniendo miedo toda la vida, porque no hay nada que nos genere más terror que la probabilidad de que un dolor sea eterno, como si algo en este mundo lo fuera. Yo no quiero tener miedos, pero algo cambió, porque antes simplemente los aceptaba como características invariables de mi personalidad a las que tenía que acostumbrarme, y ahora entendí que tengo miedos que no son míos: Viven en mi cuerpo, si, pero no nací con ellos, los adquirí por experiencias que me hicieron creer que vivir protegiéndose es vida, cuando vivir protegiéndose se parece mucho a no vivir. Viven en mi cuerpo, y tal vez de vez en cuando me protejan, pero la mayoría del tiempo me hieren, y yo creo que el cuerpo solo repele lo que lastima, como a un virus, como a una bacteria, porque fuimos hechos para sobrevivir. Yo tengo miedos que no son míos aunque todavía están acá, pero algo en mi actitud cambió: Hoy entiendo que mi cuerpo está luchando contra ellos, hoy comprendo que yo no soy mis miedos, y que como no son míos, algún día, voy a poder seguir viviendo sin ellos encima, porque todas las razones por las cuales aparecieron ya no me pertenecen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero