Desamor propio

''Estás más flaca'', me dijiste apenas me saqué el vestido y te dejé ver mi cuerpo, otra vez. Lo dijiste de forma desinteresada, sin un rastro de preocupación en tu voz. Yo no estaba ''Más flaca''. Yo me había consumido. Había perdido (De forma intencionada) 10 kilos que no me sobraban, y me encontraba al borde de un abismo por decisión propia. Esos 10 kilos habían significado dedos en una garganta lastimada, lágrimas encima de una balanza mientras me arrancaba hasta los aritos, por si pesaban, y una imagen frente al espejo que me generaba repulsión, porque no me veía más flaca, todavía no lo hacía. Yo estaba absolutamente segura de que algún día iba a estar 100% conforme, el problema que no veía era que cuando estás sentado en el borde de un abismo, no queda mucho más para caminar. Tampoco le prestaste atención a los moretones, a la piel amarilla, pero yo lo hacía, constantemente. El solo hecho de poder tocarme huesos que antes no, me generaba placer, y cada signo de que me estaba perdiendo y debilitando, lo sentía una ganancia, porque estaba llegando. Vaya uno a saber dónde, porque la felicidad no estaba en la caída libre desde ese abismo: Ahí abajo estaban las paredes blancas de un hóspital, el llanto de mi mamá que no sabía como curarme la mente, y seguramente la muerte inminente, pero no la felicidad. Pagué muy caro el precio de entenderlo. Pero la peor parte es que me sentía realizada, aunque no es lo que quisiera decir ni lo que muchos preferirían escuchar. Me sentía plena, valiosa, y que estaba luchando por conseguir algo que de a poco lograba, y eso me hacía sentir fuerte, merecedora de buenos tratos, y no me daba humillación que la gente me viera al entrar a cualquier lugar, porque mi cuerpo -por primera vez- se comenzaba a ver como mi hogar, porque tenía tan arraigado el concepto de delgadez al de autoestima, que tener que volver a vaciar el plato que estaba frente a mis ojos para mí fue matar ese amor propio que había conseguido.
Y me prioricé, pero no lo hice porque me haya curado, lo hice para estar escribiendo esto, pero sigo rota, y tal vez toda la vida lo esté. No me echo la culpa al 100%, porque es lo que me dijeron desde que tengo memoria. Que era merecedora de buenos tratos cuando me consumía a mi misma para encajar. No me echo la culpa al 100%, porque no la tengo, y duele saber que jamás me creí tan valiosa para el resto como en ese entonces. Pero ahí no está la felicidad, lo sé porque pagué caro para saberlo. Y estaba feliz, pero inconforme, porque nunca son suficientes kilos de menos. ¿Cómo salvarte cuándo hiciste de la delgadez un valor en sí misma? ¿Cómo reordenar tus prioridades? ¿Cómo enamorarte de tu versión sana, cuándo la enferma te hacía creer, por fin, a salvo? Ahí no está la felicidad, lo sé porque estaba sentada al borde de un abismo y porque nadie que es feliz tiene ganas de saltar. Pero yo lo hubiera hecho en ese entonces, y ahora no sé si soy feliz, y no sé si estoy curada: Pero al menos, ya no saltaría.
Sol iannaci

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