Mi vacío y yo

No sé cuánto tiempo habrá pasado, porque viste que lo mío no son las cuentas ni los números, solo sé que siento que te espero hace siglos, galaxias, planetas enteros. No me acuerdo bien qué hacía yo antes de esperarte, no recuerdo como era la vida de la que fui sin que tu ausencia me doliera en el pecho, sin ese espacio que no sé como llenar. No sé cómo era la que era, seguro se sentía más liviana, porque viste que hay vacíos que ocupan lugar, que pesan, que duele cargarlos y sin embargo uno no sabe cómo hacer para sacarselos de encima. No me malinterpretes, sabés que no quiero sacarte a vos de encima mío, sabés que me encantaría, de hecho, poder recordarte con una sonrisa. Pero no te recuerdo nunca nunca, porque jamás te dejo de pensar, y entonces es como si estuvieras siempre al lado, es como si yo ya no fuera yo sino nosotros, ni pensara por mi sino por los dos. Y cuando intento seguir adelante te juro que siento que te puedo escuchar impedirme hacerlo, diciéndome que tal no te llega ni a la punta de los talones, lo cuál siempre es verdad, o que tal no te hace competencia, y siempre te doy la razón, entonces vuelvo a mi casa, volvemos los dos, y te quiero besar antes de que sea tarde, pero en ese instante te veo desvanecerte, te veo desaparecer y dejarme sola de nuevo, cual si ya hubieras cumplido tu objetivo. Claro está que es porque no estás sino que te invento, y porque por alguna rídicula e incomprensible razón te estoy siendo fiel. Le estoy siendo fiel al fantasma tuyo, en realidad, porque vos no me pediste la lealtad que te tengo, pero yo te estoy esperando hace tanto tiempo, que me da verguenza hacer el cálculo, porque sé que saber con certeza hace cuánto te pertenezco me va a doler. Te soy fiel en contra mío y a favor tuyo. Mi cuerpo a veces no, porque necesita de un tacto real, porque necesita de un calor temporal, pero mi mente y mi corazón te son fieles, y yo nunca me sentí tan enemistada con mis propios sentimientos, y yo nunca sentí tanto terror de buscarte para siempre en otro lado, y quedarme con este sabor de insuficiente en la boca, porque no te encuentro en nadie más.
Yo ya no quiero escribirte, no quiero pensarte, ni soñarte, y no me malinterpretes, sabés que lo haría por el resto de mi vida si supiera que no estoy loca, pero como el mundo me grita cada vez con más fuerza que lo estoy, y todo pareciera indicarme que te conocí para perderte, lo único que me gustaría es dejarte de esperar. Lo que pasa es que es este vacío, que sigue encima mío, y no sé como alivianarlo porque es difícil de llenar. Lo único que me ayuda a que duela menos y se tranquilice es darle esperanza, es decirle que vas a volver, y yo lo hago con tal de no sufrir. Entonces, cuando recibe esa fe en un nosotros, me deja en paz por un ratito, mientras sigue creciendo, y yo soy consciente de que alimento a un monstruo: Porque el día en el que me quede sin ganas de mentirle, sin ganas de mentirme, sin ganas de alimentarnos a mentiras, te lo prometo: Te vamos a llorar.
Mi vacío y yo.

Sol iannaci

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero