Cartas

Me gustan las cartas porque nunca mueren, me gusta escribirlas a mano porque en ese momento, mi vida entera se focalizó en escribir para esa persona lo que hablando no pude expresar.  El sentimiento plasmado jamás se enfría ni envejece, pero la vida real es más catastrófica. Por eso te escribí una carta. Porque sé por experiencia propia que en el instante en el que te esté mirando, el monólogo perfecto que planifiqué mientras me duchaba o viéndome al espejo se va a desmoronar, y no voy a saber cómo contártelo todo, porque personalmente es más difícil: Uno tiene en mente justo lo que necesita que el otro sepa, sea un ''te quiero'', un ''lo que me hiciste me dolió, o un ''necesito que me perdones'', pero las palabras se desarticulan en la cabeza, los conectores desaparecen, las oraciones no se forman con facilidad, y uno termina escupiendo frases inconexas y sin sentido que no le hacen justicia alguna al sentimiento, como si no supiera hablar, o como si no supiera lo que le pasa, cuando en realidad hace días que está buscando la forma de hacerse entender. Bueno, al menos eso me sucede a mí, quizás existan millones de afortunados que cara a cara pueden expresarse con facilidad, así como lo hacemos en la ducha o frente al espejo, cuando podemos decirlo todo porque sabemos que nuestras declaraciones no tienen ninguna repercusión, cuando sabemos bien que no vamos a sorprendernos con ninguna respuesta inesperada. Pero yo no puedo, porque cuando estoy frente a otro me siento vulnerable. Tal vez sea porque uno puede aprenderse de memoria el monólogo perfecto pero la reacción del otro es cosa del otro, y nadie sabe cuál va a ser esa reacción. Entonces escribirlo es más fácil, porque lo hago sola en la tranquilidad de mi habitación, sabiendo que no hay respuesta inmediata. De esa forma las palabras salen solas, como si estuvieran todas en mi garganta esperando ser escritas o dichas, y las frases tienen sentido, y por fin le hago justicia a mis sentimientos. Lo único que me genera miedo es entregarla, pero al menos sé que dije las cosas justo como las tenía que decir, que está redactado de forma correcta, que el momento no me jugó una mala pasada y que, ya que me atrevo a confesarme, lo hice fuerte y claro, o bueno... Al menos claro.
Por eso, adelantándome al desastre que iba a causar al intentar darte a conocer todo lo que siento, te escribí una carta. Grita la verdad que jamás me atreví a confesarte. Carga con el dolor con el que ya no quiero cargar sola, a ver si una vez que el sentimiento es dicho pesa menos, porque deja de sentir que lo oculto cual si me humillara. Es que lo siento egoísta, aunque no te interese en lo absoluto... Siento egoísta el hecho de que me estén pasando tantas cosas con vos, y no haga nada con todo eso más que ignorarlo. Tenías que saber, aunque poco te importe, que sos inolvidable para alguien: Sos inolvidable para mí. Entonces lo escribí y lo guardé en un sobre, le puse tu nombre, y por fin hice algo con todo lo que quería ser dicho. Y tal vez cuando lo leas te rías, o tal vez me comprendas, pero es que lo sentía incorrecto: El hecho de que signifiques tanto tanto para alguien, y jamás te enteres. Entonces lo escribo, con miedo, pero es que lo que siento es también tuyo, porque vos lo provocas, y quizás si lo digo deje de sentirlo algo oscuro, porque lo que me pasa es lindo, aunque no sea correspondido, aunque no lo vaya a ser jamás. Y quizás no te interese, pero lo escribí solo para que supieras, cuando te sientas solo, que para alguien en este planeta vos significas cualquier cosa, menos soledad. Y lo escribí también para yo saber al releerlo que sentir -lo que sea- es humano, y decirlo es liberador: Exista o no reciprocidad.
No sé cómo decirtelo, entonces prevengo una catástrofe y lo escribo. Y quizás sea cobarde, o quizás sea lo más valiente que haya hecho jamás. Porque decir después de todo es momentáneo, pero escribir es eternizar: Es como hablar mientras te están grabando, es darte mis sentimientos para que queden guardados en tu cajón, y siempre puedas volverlos a buscar.
Sol iannaci

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