Desnudez

Recostada cerca tuyo, mientras me mirabas como un aficionado observaría un cuadro original de Picasso. Lo cierto es que yo siempre me sentí más como una réplica barata colgada en alguna oficina, que nunca podría engañar a nadie, pero tus ojos me hacían sentir valiosa, ¿Se entiende el concepto o mis metáforas son complejas? Es que no sé como explicarlo si no es en base a ejemplos, vos me observabas cómo un representante observaría a una futura revelación para su equipo de fútbol, y yo era ese chiquito que recién empieza a patear. No tenía ni idea del potencial que guardaba dentro, hasta que apostaste por mí, con tu mirada. Recostada cerca tuyo, tus ojos recorrían mi cuerpo, (ese al que siempre le encuentro un nuevo defecto). Pero vos no me veías como mis ojos me ven en el espejo, lo supe por tu mirada. Era la que tendría un apasionado de la música al terminar de completar su colección de vinilos, frente a la estantería que con tanta dedicación armó, o un fanático del tenis conociendo a Del Potro, por primera vez, el mismo día que ganó el partido más importante de su carrera. 
Donde yo veía estrías vos contabas lunares, donde yo veía piel de sobra vos acariciabas curvas, donde yo veía marcas del tiempo vos admirabas belleza, como un científico obsesionado con su último descubrimiento, con la delicadeza con la cual un artesano acariciaría su nueva obra de arte. Tus manos recorrían mi cintura y mi ropa interior negra, y yo solo pensaba, sin decirte nada, que en ese preciso instante me habría quedado a vivir. No hubo una parte de mi piel que hayas dejado sin tus besos, y yo pensaba, sin decirte nada, que jamás me había sentido tan linda antes como a través de tus tacto o de tus ojos, que no me miraban sino que me prestaban atención, y que me hacían sentir, mientras se posaban en mí, que no estaba tan rota. Es que mi guerra con mis propios ojos estaba ya pérdida, yo ya había renunciado a quererme y había perdido, pero vos me observabas tan distinto...
Entonces sospeché, como un pensamiento casual que viene y se va, que no me estabas mirando el cuerpo, o no lo estabas haciendo bajo la luz que yo lo hago. Vos me estabas mirando el alma, si es que existe, si es que somos algo más. Vos me estabas observando bajo la luz del cariño que me tenías, mientras yo toda la vida me había mirado con un par de ojos que me juzgaban, y me había rodeado de personas que me daban la razón, con miradas indiferentes y vacías. Entonces sospeché, como un pensamiento casual que viene y se va, después de tantos complejos, de tantos días salteandome cenas, y de tantos recuerdos de mis manos aferradas a un inodoro y de mis rodillas en el piso de algún baño sucio y frío, sólo para formar parte de estereótipos absurdos, y lanzando por mi garganta mi amor propio, que somos algo más que un cuerpo. Es que hasta ese momento había estado tan segura que el sexo era otra cosa, que ahora no sé como sobreviví a una vida entera de ojos que no empatizan con el otro, y en ese instante, y aunque fui muy egoísta como para confesártelo, me hiciste comprender que hay algo más. No sé qué es, si es eso a lo que le dicen alma, si es la personalidad con la que cargamos, o lo grande que es nuestro corazón, pero hay algo que te embellece para quién te sabe mirar, algo que hace que el cuerpo sea el -arte- que es, más allá de sus imperfecciones. ¿No son lindas a veces? Las roturas, las heridas, las cicatrices. ¿No es lo que nos recuerda que el que está respirando al lado nuestro es humano? ¿Corruptible? ¿Que vivió? ¿Que hay que tratarlo con cuidado?
- ¿Por qué te tapas? - Te escuché decir, mientras yo me cubría con mis manos, pero no me estabas juzgando, estabas preocupado, comprendías que no lo hacía porque quería hacerlo, sino porque creía que -necesitaba- hacerlo. Me mirabas anonadado, como si no pudieras entender lo que para mi era tan evidente, como si no supieras que por años y años me dediqué a insultarlo, menospreciarlo y dañarlo, como si fuera mi enemigo, cargando con problemas que dejaron fantasmas que siguen por acá. Entonces me di cuenta, como un pensamiento casual que viene y se va y que mucho tiempo después te confesaría, que por primera vez en la vida no necesitaba seguirme cubriendo, porque no me sentía ni incómoda ni frágil. Me sentía entera, vista, linda, y valiosa, pero no desnuda. Y aunque no te lo dije en ese entonces por cobarde, sospeché de forma casual pero convincente, que tal vez mi piel merecía mis disculpas, que tal vez mi cuerpo merecía que lo mire -de esa forma-, para ya jamás otra vez sentir la necesidad de cubrirme de mi propios ojos frente a un espejo. Porque justo en esa habitación semioscura, con la luz que entraba por las cortinas que estaban bajas, y la ropa de ambos entremezclada en el piso junto con tus sábanas caídas y mi par de tacos preferido, y aunque no te lo dije porque era muy pronto, por primera vez en una vida entera llena de odio, me hiciste sentir que quizás, todavía podía ganar.
Sol iannaci

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero