Desde un avión

Desde un avión 
A una distancia considerable somos insignificantes, desde un avión por ejemplo. La ciudad se ve cual si fuera una gran maqueta de algún estudiante de arquitectura. Parece falso, irreal, todo lo que nos sorprende por su inmensidad a diario, se ve diminuto, y siempre utilizo ese momento para darme cuenta de la innegable verdad que afirmé al principio: Somos insignificantes. Nuestra existencia tal vez también lo sea, nuestros problemas son de importancia cero para el mundo real, nuestra tristeza no detiene a la vida de seguir su ciclo, nosotros como seres humanos no somos más que un punto en esa inmensa maqueta, que podría seguir sin nosotros, y que de hecho, lo va a hacer. Nuestro tiempo es limitado, contado, calculado, y después vendrán otros, y algún día vamos a dejar de ser recordados por quienes más nos quieren, y a volver a morir. Es un panorama desalentador, ¿No? El saber que nuestra entera existencia para el universo no significa casi nada, pero también es una idea tranquilizante: De pronto descubro que me preocupo tanto por el otro, por la imagen que le doy, por lo que normativamente tengo permitido hacer, decir, vestir, que mi vida ya no es mía, ¿Y entonces de quién es? Porque al universo no le importo tanto, sólo soy un eslabón de una cadena que va a seguir funcionando sin mí, ¿Entonces a quién se la estoy dando? ¿A quién le regalo mi vida? Y me da miedo decir "quiero", y pierdo chances cuando no lo hago, y me da miedo decir "no quiero", y pierdo tiempo cuando accedo por compromiso a lo que fuera a lo que quise decir que no, y estoy aterrorizada de demostrarme humana y decir "te quiero", y cuando no lo digo pierdo vida. Esa vida que es sólo tiempo, porque no tenemos nada excepto tiempo, y perderlo es perder vida.

Tal vez para la maqueta a la que pertenezco por un ratito, no sea más que un punto, pero para mi hoy, ese punto lo es absolutamente todo, porque desde cerca solo somos vida, solo somos tiempo. A una distancia considerable quizás nuestra existencia sea insignificante, pero desde cerca, el mundo entero empieza y termina en nosotros. De pronto me doy cuenta que me dejo de lado constantemente, porque a veces se me olvida que somos insignificantes y que darnos cuenta de eso, lejos de ser triste, es libertad. Lo somos, es la verdad, al menos para el planeta en el que vivimos, al menos para la mayoría de las personas con las que jamás vamos a interactuar, entonces ¿Por qué perder tiempo? Si nuestra vida es solo tiempo. De pronto entiendo que poco importo yo para el universo, y que gracias al cielo es así, porque entonces tengo que dejar de cargar el mundo en mis hombros, porque entonces me estoy tomando la vida más en serio de lo que debería, porque entonces no pasé tanta vergüenza aquella vez ni debería preocuparme por como quedo frente a un planeta al que no le interesa si me caí frente a 5 personas o si dije algo que considero incorrecto por alguna razón. Para el mundo somos insignificantes, y que placer que así sea, porque entonces podemos desabrocharnos el cinturón de precaución, total, no vamos a salir vivos, pero ojalá si felices, y ojalá si libres. Porque no sé si se puede ser feliz, si no es respirando un poco de libertad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero