PARTE 3: El cuchillo.

Así que me la pasé intentando encajar, desencajando, siendo más espectador que protagonista, tragándome dolores ajenos, y lidiando sóla con todos los míos. Otra cosa a la que estoy acostumbrada: La gente no sólo no tiene ni una pizca de empatía, sino que puede estar al lado tuyo cuando alguien te defenestra que no va a levantar la voz en tu defensa. En serio, no les sale. No les sale quedar un poquito mal con una persona que les importa un carajo para hacer sentir un poquito bien a quién se supone que quieren. Pero bueno, me aprendí a defender sóla. Nunca esperé mucho de nadie más. Me odié como nadie debería de odiarse en este mundo, critiqué y lastimé a mi cuerpo durante años que fueron interminables, y me terminé amigando conmigo porque si el conflicto era interno el único desenlace posible iba a ser no estar ahora acá escribiendo todo esto que tal vez no le importe a nadie, o tal vez haga a alguna persona pasar un buen rato. Pero toda esa historia de cero amor propio y de bullying sufrido durante mucho tiempo la dejo para otro momento, hoy no quiero acordarme de todo lo que por suerte ya terminó. En fin, después de conocer el lado más oscuro de las personas, el lado más cruel, más patético, más avergonzante, no te queda mucha fe en la humanidad. No sabés si abrazar a alguien por si te clavan un cuchillo por la espalda, porque sabés que quizás tu corazón ya no tiene lugar para otra herida, porque sabés que todavía tenés algunos que no pudiste o no te atreviste a sacar. Y sí, te va a sangrar más si te hacés cargo de ese cuchillo, si entendés que el daño ya está hecho, y lo enfrentás. 

No te queda mucha fe en la humanidad, pero, si tenés suerte, si elegís con sabiduría y no con rencor, te prometés ser mejor persona y recuperás un poco de esperanza en el otro, porque tiene que existir alguien como vos. Una vez me dijeron que todas las personas del mundo, incluso hitler, dicen o dijeron ser buenas personas. Y debe ser jodido aceptarse malo, porque la mayoría de los que hacen el mal lo hacen porque tienen la moral torcida, porque su medidor de bondad está roto. Pero sé por experiencia propia que hay otros que lo saben perfectamente, que disfrutan de ver a otro con el cuchillo en la espalda o inclusive en la frente, que se ríen cuando ven la carne viva que se muestra con el corte, y no me dan tanto miedo, porque se los puede identificar. Son los malos que saben que son malos, los malos que disfrutan de ser malos. Son los villanos que nos venden las películas de Disney, el identificable, el que va por la vida con un tridente y una capa roja, son el diablo hecho ser humano, y les encanta el papel que eligieron. No, no me dan tanto miedo como los inconscientes. Porque peor que ser una basura es no saber que sos una basura, es vivir haciendo cortes porque jamás se te cruzó por la cabeza que tenés una persona al lado mientras vas con el cuchillo afilado en la mano, abriéndote paso por el mundo. Ese malo me da miedo, el que no lo sabe, el que no se para a pensar "¿Estoy siendo odioso?, ¿El que tengo al lado tiene sentimientos?, ¿Me gustaría que me haga esto?" Porque no tienen consciencia de que comparten el mundo con otras personas, ni siquiera entienden que un cuchillo no es algo que usar irresponsablemente. No, no les importa nada porque no ven nada más allá de sí mismos. Y no son tan fáciles de descubrir, porque aparentan ser normales, hasta que te das cuenta. Y lamentablemente, pensé que la vida me sería más simple después de esos años de secundaria llenos de gente que quería y amaba ser Cruella de Vil. Pero si hay algo peor que alguien que interactúa con vos sólo para dañarte, son esos que te pintan unos meses normales, hasta inclusive lindos, para después clavarte el cuchillo cuando te abrazan sin siquiera tener la intención explícita de lastimarte, sino solo porque no existís en su universo, como no existe nadie más que ellos. 

Porque eso me da pánico, terror. Que los primeros te tiran con cuchillos afilados a la distancia, y a veces, si te hacés fuerte, los llegas a esquivar. Pero los segundos... 





Los segundos se te acercan, y te llegan a abrazar.

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