PARTE 1: Bicho raro
Y supongo que toda la vida la escribí entre metáforas baratas, entre juegos de palabras, para no tener que contar las cosas crudas, como son, como las siento. Para no tener que asumir que casi siempre todo pasa más por mi cabeza que por la realidad: Que si ésta última me da una muestra, una pequeña dosis, de algo mínimamente bueno, yo lo transformo en mi mente en algo mejor, en algo más emocionante, en algo que valga la pena ser escrito, descripto, y posteriormente, con suerte, leído. Es que vivo esperando que sucedan cosas más emocionantes, o tal vez es que lo que para el mundo entero es emocionante para mí no lo es, y entonces me dije por qué carajo tenía que esperarlas, y las empecé a crear a través de mis palabras, a través de un lápiz y de un papel. Pero a veces, como hoy, me aburro de los trabalenguas, de las ironías, de las mil y una formas que inventamos para que todo eso que sentimos sea más de otro que nuestro, para que alguien lo vea y no crea que está leyendo a nuestro corazón en un escrito. A veces, como hoy, quiero escribir en primera persona, quiero ser yo misma sin ningún pudor, sin actuaciones, sin personaje. Solo persona.
No sé cuando empecé con esto de la escritura, supongo que muy de chica, cuando me cansé de ser el bicho raro en cualquier lugar donde hubiera seres humanos: Siempre fui el bicho raro. Y sí. Siempre sentí y pensé todo de modo distinto a las personas de mi edad. Y es algo que me pasó a todas las edades, algo con lo que aprendí a convivir: Simplemente desencajo, tengo otra manera de ver las cosas, vivo de manera más compleja que el resto de la gente, o de mi entorno, o de mi planeta. Y en algún punto, aprendí a encajar desencajando, a ser igual manteniendome por siempre diferente, a acostarme con gente con la cabeza lineal, a despertarme al lado de hombres con los que entablar una conversación era todo una tortura, a juntarme con chicas a hablar sobre lo último en la moda de color de uñas, y lo bueno que estaba algún actor del momento. Qué se yo, no quería aburrirme ni sentirme un pez de otra pecera toda la vida. Pero cuando llegaba a mi casa y me encontraba sola, me sentía más acompañada que en todos esos momentos en los que forzaba sonrisas y fingía estar pasando un buen rato.
No me acuerdo cuando empecé a escribir, supongo que fue una forma de sobrevivir a tantos pensamientos diarios, de ordenarlos, y hasta de vez en cuando, con mucha suerte, entenderlos. Y es que ni yo misma me comprendo, entonces no espero nunca que otro lo haga. O no lo esperaba hasta vos. Entonces vivía haciendo las cosas comunes de una nena común de, digamos, 12 años. No sé cuándo dejé de jugar a sacarle la cabeza a las barbies y descubrir quién era el asesino, pero en algún momento me hice un par de amigas y empecé a jugar con la barbie que se enamoraba de ken, la historia tradicional y cliché, perfecta, y bla. Se ve que barbie nunca iba a experimentar una dificultad temporal o espacial que haga que el amor no sea tan perfecto. Y a los 15, dejé de quedarme en mi casa escuchando canciones de Taylor Swift y leyendo novelas de Stephen King todos los fines de semana, me resigné a sacarme los auriculares y meterme en un boliche, empecé a tomar alcohol, y ahí estaba otra vez, aprendiendo a ser parte. Ahora, en mi segunda decada, la misma historia, con la diferencia de empezar a publicar mis escritos. Esos llenos de metáforas, esos que no te descifran quién soy la primera vez que los lees, porque no los escribo tal cual como los siento, porque ya lo entendí, nunca siento como el resto, nadie se sentiría identificado con mi universo. Estrategia de marketing, llamémosle. Aunque igual, la gente pareciera que me destaca. No sé bien cómo pasó, pero creo que aunque pongo trabas, y barreras, y muros, se nota mi esencia. Creo que por eso la gente me lee. Creo que por primera vez destaco desencajando. Que por primera vez luego de sentirme apartada, lo distinto que tengo es visto como algo lindo, y enseñarselo a todos un poquitito, mediante escritos llenos de metáforas, no me molesta.
En fin, yo pienso que de alguna manera, todos vamos por la vida aprendiendo a amoldarnos, y hasta nos convencemos de que así estamos bien, porque nadie se banca ser siempre la aguja en el pajar, porque esta sociedad insiste en transformarte en más de lo mismo, o en cambio como recompensa por tu rebeldía, te descarta, aísla y aparta. Es como si te dijera ''Si no querés ser así está buenísimo. Pero si vas a ser lo que se te canta bancate las consecuencias. Y las consecuencias son la exclusión social y la mirada del resto que te dice todo el tiempo que no encajás en ningún lado''. Entonces le hacés caso a esa advertencia, mirás para tus costados por la calle, y todos tienen la misma cara de nada, y todos tienen la misma mirada vacía de felicidad. Te mirás en el reflejo del vidrio de algún local de ropa o algún edificio, y la puta madre, te sorprendés con la tristeza que portas en la cara. Y sí, quién carajo se va a sentir bien en un lugar que te dice todo el tiempo que ser vos está mal, en un lugar que te hace ocultar tus deseos, que no te deja expresarte si no es como te dice que podés hacerlo, que no te deja desencajar tranquilo sin hacerte sentir constantemente que si no volvés a la pecera donde está todo el resto, te va a dejar ahogar, o te vas a querer ahogar solo cansado de que todo el puto universo te apunte con el dedo y se ría de vos porque no quisiste seguir lo que en ese momento es ''normal''. Y después volvés a tu casa, y si tenés suerte, si todavía guardas los sueños en un cajón y no los asesinaste en pos de pertenecer, te sacás el antifaz de común y corriente, y sos quién sos cuando nadie te puede ver, cuando nadie te puede juzgar, y te sentís un ratito en paz. Es que en este mundo si algo sobra, es gente. Y hay tantos pasatiempos como personas. Y seguramente cada una sea feliz haciendo algo distinto, y sería tan lindo si todos pudieran mostrarlo sin sentir que es más peligroso que ir a la guerra con una pistola de agua.
Viví la mitad de mi vida protegiendo mi yo-real de todo el mundo, quizás porque sé que lo que tengo de rara, lo tengo de especial. Quizás porque tuve la suerte, que no todos tienen, para entender que me aislaban porque los asustaba como asusta todo lo que no se puede llegar a comprender, y no por mi culpa. Quizás algo más allá del sexo precoz, del mate de la mañana y de la misma charla monótona del tipo ''¿Y vos qué estudiás?'' en la primera salida, del último color de uñas, de los kilitos de más que hay que bajar antes del verano, del lomazo de alguna actriz yankee, y de lo fuerte que está Nico Vazquez y cómo mira a su novia con amor, les parecía impresionantemente complejo, quizás sus cabezas no lo podían llegar a abarcar. Con esto no digo ser más inteligente que el resto, que nadie me malinterprete. Creo simplemente haber tenido la fortaleza para no asesinar mis pasiones, para no dejarme ir solo por el hecho de aferrarme a la vida en sociedad. No muestro estas pasiones con todo el mundo, claro está. No cualquiera puede ver mi mirada brillar mientras hablo de las cosas que creo interesantes, porque las protejo de -casi- todos los demás. Pero siguen estando en ese cajón, y cuando estoy sóla, desnudo mi alma y me siento como realmente soy. Sería una irresponsabilidad y un peligro ir por la vida desparramando mis sueños e ilusiones, mostrando lo débil que es mi corazón, lo frescas que están mis emociones, lo mucho que siento y la empatía que tengo, y esperar que nadie se aproveche de eso y me haga sentir mal, porque sé que donde alguien muestra una debilidad, alguien se aprovecha, y se que las cosas me afectan más que a los demás. Entonces escribo para calmar mis mil sentimientos, esos que a la luz del día y en el caos de la ciudad dejo en el cajón, mientras me pongo el disfraz de fuerte y fría, y salgo a sobrevivir a otro rutinario día.
Pero está todo en ese cajón. A veces lo abro y escribo, publico, me animo a aunque sea por internet, dejar ver un poquito de lo que realmente hay. Claro que entre juegos de palabras... Pero al fin y al cabo lo que escribimos siempre habla de nosotros y de nuestra forma de observar el mundo, por más que la historia en sí misma sea pura ficción. Y ahí es cuando entrás a ser parte de este relato, mi amor. Porque con vos no hubo personaje, porque ¿Cómo puedo evitar pensar en lo raro que fue lo que me sucedió? Si te mostré desde el minuto uno mi corazón, si lo saqué de ese cajón que ya acumulaba polvo por jamás abrirse a nadie, y lo puse en tus manos, si a tu lado me sentí cómoda para dejarte ver todo lo que guardaba en él, todo lo que me empeñaba por siempre esconder.
Si mi yo-real te gustó, si me entendiste como si fuera un problema matemático y te hubieras pasado toda la vida preparándote para resolverlo en tan solo una cuestión de segundos, en cuestión de un ''hola'' que se sintió como volver a casa, en cuestión de un cruce de miradas que me hizo sentir que quizás yo era la que encajaba, y todo el resto era el que desencajaba, todos con esa forma de vivir sin preguntarse nada, y creyendo saberlo todo.. Si me hiciste sentir que todo lo que estaba en ese cajón, valía la exposición. Que los bichos raros eran los otros, esos que no pudieron entender todo lo que soy.
Sol Iannaci
Sol Iannaci
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ResponderEliminarMuy bueno. Muchos recursos bien empleados. Lo único que me gustaría es que el título en cada texto sea más implícito, que obligue y permita al lector razonar y pensar el porqué al título puesto. Seguí así, saludos
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