Despedidas

Despedidas

No me gustó nuestro ultimo abrazo, lo sentí frío, distante, o no sé cómo explicarlo. Solo sé que me gustaron más los otros, los de antes del final, de la despedida, de la última vez que me rodeaste en tus brazos y yo me quedé cerca de tu cuello, para sentir tu perfume. Si, me gustaron más los demás, y también los otros besos, el último se sintió vacío, y eso es lo que me pasa siempre, cada vez.

Nunca me gustan los últimos abrazos, los últimos besos, nunca les encuentro sabor a suficiente. Creo que es porque justamente es despedida, y lo que uno jamás comprende es por qué carajo tiene que haber una despedida, por qué carajo tiene que ser ese el final, por qué razón no va a haber más después, entonces intenta hacerlo rápido, casi casual, e intenta que de alguna forma no se sienta como un chau, sino como un hasta pronto: Eso si, como un mañana nos vemos.

El problema es cuando se sabe que es un hasta siempre, o un hasta mucho mucho tiempo, pero igual se finge. Entonces el abrazo no es tan dulce, y el beso no es tan inolvidable, porque uno intenta luchar contra el destino y pretender que va a haber más después: Las despedidas siempre pero siempre me saben a insuficiente, porque no hay beso que alcance, no hay calidez en el abrazo y duración temporal que baste, para aceptar que después ya no habrá más nada. En realidad, creo que ningún adiós nos deja satisfechos, y entonces prefiero hacerlo breve, para que no sea ese el último y mejor recuerdo que me quede de esa persona: No quiero de ninguna manera pensarte y pensar en el abrazo final. Entonces, mejor que sea corto, casi insensible, para así recordarte como todas esas caricias que fueron antes del último encuentro, para así nunca pensarte, y pensar en el adiós.

Entonces, perdóname si mis labios no se sienten igual en esta despedida, o si mis brazos no te rodean de la misma forma que siempre: Solo es un intento desesperado de que me duelas menos, y de que tu nombre no me sepa a final, sino a hasta luego.

Sol iannaci


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