Seguí

A veces me pellizco un brazo, solo para asegurarme de que es real. De que no estoy soñando. Soñé, una vez, dos veces, muchas veces con este momento. Pero ahora es real. Pareciera un juego de palabras: si ahora no es un sueño, es gracias a que lo soñé. ¿No surge todo de una idea, de un mero deseo? Deseé. Estoy segura. Le pedí que esto sucediera a las pestañas caídas, a los tréboles de cuatro hojas, y a las velas encima de mis tortas de cumpleaños. Me imaginé que sucedía, varias veces. ¿Las cosas que no se imaginaron pueden materializarse? Creo que no. Entonces imagino.
Hice cosas para que dejara de ser un mero deseo. También estoy segura. ¿Cuántas veces pensé en dejarlo atrás? Llevé la cuenta en algún momento. Pero después se convirtieron en incontables. ¿Cuántas veces renuncié por un par de horas? Una vez, lo recuerdo, renuncié por un mes. 
Después volví a intentar.
Lloré. De esto jamás llevé la cuenta. Me amargué, me desanimé, y me convencí de que era en vano. No estaba avanzando. Es que caminar a veces tiene eso. No pareciera que estás avanzando. Ahora pienso que sí lo hacía. Ahora me gustaría decirle a cualquier persona que se sienta estancada, que no lo está, aunque no lo note. Que creo que todo se reduce a seguir, casi por inercia, casi sin motivo, aunque vayas lento, pero con una certeza: va a pasar algo. Y pasó.
Me pellizco todavía más fuerte, y me duele. No voy a despertarme en un rato con un nudo en la garganta, como cada vez que mis sueños superan con creces mi realidad. Hoy esta es mi realidad.
Cuando llegues a la meta, habrá quienes desconfíen de cuántos pasos te salteaste para llegar, del mérito que pusiste en conseguirlo, o de si realmente merecías alcanzarla. No escuches.
Va a haber, también, quienes hayan llegado con vos: El que te dió un vaso de agua a mitad de camino, el que te empujó a seguir corriendo cuando te temblaban las piernas, el que te susurró que vos podías lograrlo en el momento exacto en el que todo parecía gritarte que te detuvieras: incluso vos mismo. No los olvides y felicitalos. Existe una parte de tu logro que no es solo tuyo.
Te van a invadir los miedos: ''¿la meta es muy grande para mí?, ¿estoy preparado para ser así de feliz?, después de tanto, después de todo, ¿quiero ver qué es lo que logré?''. Respondete que no, no es muy grande, que sí, estás preparado; Y que por supuesto, es hora de ver lo que lograste. 
Cuando llegues a la meta, estarán los que saben lo que te costó, y los que piensan que siempre estuviste en dónde estás. Solamente vos sabés lo lejos que estuviste de dónde estás ahora. 
Cuando llegues a la meta, te vas a pellizcar. Y va a dolerte. Y eso te va a hacer sentir estúpidamente feliz. Sentir dolor es estar despiertos. Te está pasando. A vos. 
Lo más importante: antes de llegar a la meta, te lo prometo, porque me pasó, vas a sentir que la meta es muy grande para vos. De eso se trata, de crecer a medida que avanzás. Y cuando llegues, porque vas a llegar, pellizcate. Ya no es un sueño. Ahora hay otros sueños diferentes. Y lo que era tu sueño, se convirtió en un proyecto. 
Si buscabas una señal, es esta: seguí. Hasta que te pellizques y no te despiertes.
Hasta que tengas que convencerte a vos mismo de que no, ya no estás soñando.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero