Mi amor propio

Y si te querés ir, hacelo, de hecho quiero que te vayas, y sé que te rogué que te quedaras el martes pasado en tu departamento, pero no importa, porque hoy ya es jueves, y yo me conozco: hasta los presos después de un tiempo creen que prefieren el encierro, pero solo es comodidad. No me creas cuando te dije que quería que funcionemos, porque si fuera cierto, lo estaría intentando hacer funcionar.
No mentí cuando te dije que te quería. Los quise a todos, por poco tiempo, de distintas formas, con tintes y matices diferentes, pero no fui sincera si te dije que eras diferente o que ''esta vez era especial''. No soy nueva en esto, ya me sé el final de memoria. No me voy a ir, pero voy a desinteresarme tanto que no vas a sentirme la misma, y después me voy a extrañar como la que soy sin nadie: la que soy de verdad. 
El amor para mí es un juego la mayoría de las veces. Y no me enorgullece decirlo, pero ¿a quién quiero engañar? La inocencia que finjo es ficción, y si te quise, en realidad quise a la fantástica imagen tuya que mi mente había inventado. Porque mi mente es brillante. Por eso es mía.
¿Lo ves? Eso es todo lo que hago: inventar. Cuando mis creaciones me demuestran que en realidad no existen, la ilusión se desvanece en segundos y veo lo que hay de verdad, que nunca me interesa. Y las poquísimas veces que alguien me demostró que era incluso mejor de lo que mis expectativas esperan, me quedé, y quise de verdad. Pero en general no lo hago, porque a mis expectativas yo las respeto: no merezco menos que eso.
En general nadie puede comprenderlo. Me aburro con la misma brutalidad con la que me ilusiono. Es que todo lo que hago es con todo mi corazón. Emocionarme u olvidar, querer o no querer, estar presente en cuerpo y alma, o no sentir nada de nada.
Creeme si te digo que ya no te quiero, aunque te parezca irracional. Aunque hace días te haya dicho otra cosa. Los dejé de querer a todos los que fueron como vos, en instantes, apenas la realidad se diferenció de mi imaginación y dejó de llamarme la atención. Es una cuestión de orgullo, y tengo que confesarlo: estoy enamorada de mi y de mi soledad.
Me quiero tanto, me siento tan completa, que no me compartiría con nadie que no vea lo valiosa que soy, que no sea lo valioso que yo soy. Y puedo querer algo más, pero no lo necesito. Yo soy todo lo asombroso que necesito. 
Adoro tanto a mi soledad, que cuando no superan con creces mis expectativas me aburro, porque no me merecen. Y yo sí me merezco. 
El amor propio para mí no es un juego.
Sé que estás desconcertado, y no te sientas mal si pensaste que estabas ganando. Todos pensaron lo mismo. Pero aunque parezca que bajo las defensas, no soy tan inocente. Las reglas siempre, aunque no lo noten, las pongo yo. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero