Puertas giratorias

Mientras doy vueltas y vueltas se me pasa la mañana, la energía y la vida. Y sigo, me asusta mucho lo que hay fuera del dolor al que estoy acostumbrada, porque el dolor que te acostumbra no duele tanto, y al contrario, ¿para qué negarlo?, el dolor que te acostumbra a veces se vuelve necesario.
No me digas que hay vida más allá de sufrirte, no quiero saber qué hacer con todo ese espacio que quedaría disponible si dejara de hablar de vos, y de enredarme siempre en los mismos problemas que no tienen solución alguna, porque no importa cuánto lo analice, el problema es que nada puede salvarnos. Pero no me digas que puedo llegar a dejar la cuota libre para que otra persona me lastime, porque te voy a admitir la verdad: Ya no me gusta nada nada de vos, pero por alguna razón me seguís gustando. ¿No tiene sentido, no? Hoy descubrí que sí. 
Mientras sufro este sufrimiento al que ya me acostumbre, no puedo sufrir ningún otro. Y me dolés de una manera tan familiar que alguna parte de mí prefiere que lo sigas haciendo con tal de que no haya un nuevo dolor: Uno extraño, incierto o diferente.
Pero ya es hora de salir de la puerta giratoria y de entrar a lo desconocido. Ya no puedo fingir que sufrirte absolutamente en vano no me protege también de todas las cosas que, tal vez, solo me quieren sanar.
Puede que entonces al fin y al cabo, también le tenga terror a la felicidad. Porque es extraña, incierta, y desconocida. Puede que entonces siga en ésta puerta giratoria porque ser feliz es peligroso: Estar donde tenés  algo que perder es más frágil que no estar donde no tenés  absolutamente nada que ganar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero