Del amor al odio

El sonido de la música retumba en el suelo, y el trago que me pedí está un poco más fuerte de lo que mi cuerpo puede tolerar. No me mandes un mensaje ahora. No vuelvo a casa hasta las cinco de la mañana, y aproximadamente a las seis, después de bañarme para sacarme el olor a cigarrillo del cuerpo, me voy a acostar.

Recién besé a un chico que tenía tu nariz. En realidad no me acuerdo de su cara, ni de su nariz. Pero ahora siempre les encuentro algo tuyo. Siempre mi mente me recuerda que tu maldición no termina, que está en todos lados y habita cada rostro. Antes me entristecía porque ellos no eran vos, y no podía encontrarles nada tuyo aunque buscaba a alguien que se te asimilara. Ahora eso me hace reír. Después de todo lo que me hiciste, quiero al que sea tu antítesis, y me resulta casi esperanzador cuando alguien no se te parece.
Pero lo importante es que tenía tu nariz. Creo que lo odié por esa razón. Y eso me puso contenta. Antes nadie tenía nada tuyo y eso era algo malo, porque vos eras perfecto. Ahora encontrarte en otros me asusta. Ahora no quiero estar cerca de nadie que se te parezca en lo más mínimo. Porque a vos te tengo miedo.
Igual lo besé. No quería que fueras el último beso que di. No quiero que te quedes con nada mío después de todo lo que me sacaste. ¿Te acordás de la lampara con forma de luna que te regalé? ¿La seguís teniendo en tu escritorio? Ojalá se incendie. La lámpara que te regalé, las cartas que te hice, el dinero que te invertí, el tiempo que perdí, y de paso tu corazón. A ver si así se descongela. Entonces dejo que otros labios toquen mis labios para que ya no seas el último, sino el anteúltimo. Y nadie se acuerda de los anteúltimos.
Ahora estoy en casa escribiéndote. Son las seis de la mañana y no me hablaste. No quiero que lo hagas, que no se malinterprete. Solo me duele que no lo hagas. Me duele haberme ido y que no te hayas dado cuenta, me duele justo en el punto exacto en donde me hiciste creer que importé. Dicen que del amor al odio hay un solo paso. Espero que el próximo camino sea el de la indiferencia. Por ahora prefiero cualquier cosa, excepto seguirte guardando cariño. Y nadie me puede juzgar por la forma que encontré para sobrevivirte.
Seguro me despierte con resaca. Probablemente, como todas las mañanas, lo primero que haga es agarrar el celular, y como todas las mañanas, no esté el mensaje que no quiero recibir en la pantalla. Y quizás sea lo mejor. Porque no quiero recibirlo. O quizás sí quiero, aunque no lo respondería. Quiero que lo mandes para saber que no me mentiste tanto. Que algo, un poco, mi existencia te afectaba.
Quería escribir algo que me quedó en la garganta, y que no puedo decírtelo porque no puedo hacerme eso a mí misma, no puedo volver hacia vos ni siquiera para insultarte, porque corro peligro. Te quiero decir que es algo gracioso que yo sea la única que sienta esto como una pérdida, porque el único que perdió algo de entre nosotros dos sos vos.
Eventualmente voy a entender todo lo que gané yéndome. Por ahora la novedad es que ahora le tengo un inmenso miedo a la gente que tiene características o rasgos tuyos.
Y eso significa, creo, que lo estoy empezando a entender.

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