Después del des(amor)

Me despierto y miro el reloj. Diez de la mañana de un domingo. Un día helado. Debo ser la persona que más disfruta de los días fríos y del invierno. Hoy voy a salir. Me abrigo, y entre mis cajones encuentro un par de polainas del 2013. Las detesto. Me río en voz alta. Esa abominación fue moda. No solo fue moda, me encantaban. Me visto con mi sweater rosa, porque el rosa es mi color preferido, agarro las llaves después de buscarlas por toda la casa y de reírme por mi torpeza de siempre perderlas, pero admirar mi increíble suerte por siempre encontrarlas, y salgo a caminar. Y en el camino miro el cielo. Está gris. ¿Qué mejor que hacer lo que me gusta hacer en un día gris? Me siento a tomar un café con leche en el lugar más lindo que encuentro. Es una ciudad vieja y grande, con muchas cosas para hacer, sí, pero a mí lo que más me gusta es ir a tomar café. Saco la libreta que me regaló mi mejor amiga para mi cumpleaños, y estoy dispuesta a escribir. Entonces pienso sobre qué puedo escribir, y antes de empezar, relojeo los últimos veinte textos. Todos de desamor.
Todos gritan tu nombre.
Todos son lo mismo. Una herida que sangra porque la mantengo abierta. ¿O ya, en la vida real, casi no sangra, casi no está abierta? Hoy me desperté, y miré el reloj, después me reí de las polainas y de mi talento para perder las llaves, me vestí de rosa porque adoro el rosa, celebré que hiciera frío porque adoro el frío, admiré el cielo, y decidí tener una cita conmigo misma. Pero no te pensé.
No voy a escribir más sobre vos. No hay nada más que yo quiera decir al fin y al cabo. Tampoco quiero hablar acerca de lo mucho que detesto a las polainas. Tengo ganas de hablar sobre lo que me encantan los días fríos, sobre lo que adoro ir a tomar café, sobre mi pasión por los domingos. Quiero hablar sobre las cosas que amo. Quiero ser definida por ellas. No quiero ser definida por una traición. No quiero victimizarme más, porque me agota y debilita el papel de víctima. No quiero alimentar un rencor que ya no existe, salvo cuando me acuerdo de animar el fuego y mantenerlo encendido. No quiero que mi historia sea triste.
Porque mi vida ya no es triste.
Ahora me visto para verme linda, camino por las calles, y me siento a probar cafés por la Capital. Ahora me causa gracia que me gustaban las polainas, y recuerdo lo que mi mamá me dijo hace un tiempo, cuando le dije que te odiaba como nunca odié a nadie.
— Bueno, también lo quisiste como nunca quisiste a nadie. — Y es verdad.
Te quise.
Te quise mucho, para ser sincera.
No importa si esa persona a la que quise no existía.
Viví una linda ilusión de amor.
¿Quién me puede juzgar por las cosas que siento reales?
Te quise. Y mientras lo hice fui inmensamente feliz. Y cuando llegaron los créditos de la película y descubrí que estabas actuando, creí que yo tenía escrito en la frente ''Desamor''. Caminaba por las calles pesada, odiando al frío y a los días grises, vestida de negro, sintiendo ese cartel encima mío, creyendo que todos lo veían, que todos se reían porque lo tenía escrito en mi cara con marcador indeleble. Pero resulta que no. Porque así se definía nuestra historia. No la mía. La mía continúa. Y si miro hacia mis costados, está lleno de belleza sobre la que quiero escribir.
Yo sé que algún día,  cuando te piense, no me vas a doler ni un poco.
Mientras tanto decido que este dolor sea una parte mía, con la que puedo vivir. Con la que puedo salir a pasear. Con la que puedo tomar cafés y de la que puedo dejar de escribir, porque hay otras partes. Mi dolor está en el cajón de cosas viejas, junto a las polainas de las que ahora a la distancia me río. Y mi mamá siempre me dice:
 ¿Por qué no tirás esa basura que ya no te sirve? 
Y yo no las tiro, porque las polainas son parte de mi historia, porque ahora me causan gracia, y porque recuerdo que en algún momento, antes de sentirlas una abominación, las amaba, me sentía hermosa cuando me las ponía, y me hicieron feliz.
Y te quise un montón.
Ahora estoy en un café decidiendo lo que soy: Yo soy las cosas que amo. Como este café que estoy tomando. Como este escrito, que habla, como canta Fito Paez, sobre el amor después del amor. Te quise como nunca quise a nadie. Gracias por esa sensación. Aunque fuese equivocada. Gracias por la equivocación. Fue lindo pensarte diferente. Y ojalá algún día me ría. Porque vos me lastimaste, pero mi capacidad de ver belleza en todos lados me hizo quererte con locura. Y todo ese amor sigue en mí.
¿No estuvo siempre en mí? ¿No son las cosas más como las miramos que como realmente son? ¿No es la capacidad de elegir el ángulo perfecto para sobresaltar la belleza, lo que convierte a un fotógrafo en un excelente fotógrafo? ¿Si elijo el ángulo perfecto, no descubro que mi vida está llena de belleza sobre la que quiero escribir? De ahora en más quiero hablar sobre todas las partes de mi que me hacen estar sentada un domingo en un café pintado por completo de rosa, escribiendo. Y me vestí de rosa porque este lugar es rosa. Y me causa risa que esa tontería me haga sonreír. Me dan ternura todas las cosas que me pueden poner contenta. Aún después de un desamor. De dos, de tres. De varios para ser sincera. No voy a fingir que esto nunca antes sucedió. Están todos en el cajón. La mayoría ahora me genera indiferencia. Eventualmente eso va a pasar con este sweater rosa, cuando me ría y me parezca una abominación que me parecía linda en el 2019. Y con vos. 
No quiero escribir más sangrando, y no porque haya dejado de hacerlo por completo. Sino porque también estoy cicatrizando. No elegí sangrar.
Pero cicatrizar es todo mérito mío.
Y eso me hizo pensar en cuánto amor debo tener dentro, si después de todo, me sigo emocionando por salir a tomar un café, me sigo riendo por haber usado polainas, y vuelvo a ser feliz cada vez que hace frío y me puedo poner mi sweater rosa. 
Y para ser completamente sincera, quizás por idiotez o quizás por rebeldía, sigo creyendo igual que antes en el amor. Y lo volvería a hacer todo de nuevo. 
Algún día tiene que salir bien, ¿No?
Algún día alguien va a estar en mi pieza, recostado en la cama al lado mío, mirando la televisión. Y mientras tanto, todo lo que quedó en el cajón de cosas viejas me va a sonreír, y me va a susurrar ''¿Se puede llegar a destino salteando paradas?''
Y yo creo que no.
Entonces, que me perdone mi parte racional: Pero saltaría charcos, cruzaría océanos, y viajaría un millón quinientas mil veces más por amor.
Pero, como siempre hay que aprender algo, la próxima vez lo haría por alguien que esté intentando alcanzarme también. Que ponga el mismo esfuerzo. Que me quiera como merezco que me quieran.
La próxima vez lo haría por quien me espere ansioso en el aeropuerto.
Porque ahora entiendo lo mucho que sé querer.
Y me quiero un montón por eso.

Comentarios

  1. Ayyyy, te conocí en el dos mil veinte. Y este texto me conmovió tanto. Sigue siendo de mis preferidos. 💖

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