Deseos incumplidos

A los cinco años estaba segurísima de que quería ser una princesa, y me puse muy triste cuando mi mamá me explicó que eso no era posible, pero menos mal que no pasó. No sé si podría vivir una vida de renunciar a libertades. A los seis años lloraba porque no quería empezar la primaria, hasta que dejé de llorar y entré, porque no tenía opción. Y ahí estaban las que serían mis mejores amigas para toda la vida. A los trece me enojé por no comprender por qué razón yo no podía irme de viaje de egresados, pero no pude. Pasé todos esos días con mi abuelo, y fueron los mejores, y los últimos. Porque después el futuro me explicó, que mi abuelo después del viaje de egresados, que por suerte no tuve, se tenía que ir. Al menos fisicamente. Y a los quince maldije a la vida por durante meses por el infierno que tuve que vivir en el colegio, pero después agarré a la tristeza y la empecé a escribir, y ahora acá estoy, todavía y para toda mi vida escribiendo. 
Ahora, a los veintidos, estoy encerrada en mi habitación pensando, y casi casi le pregunto a mi destino por qué no podés ser vos. Casi lo insulto. Casi me ofendo porque lo único que ahora quiero, y deseo, y sé que necesito para mi futuro, no me puede ser concedido. Entonces recuerdo, y pienso, y analizo todas esas situaciones en las que las cosas que quise con todo mi corazón no sucedieron, y muchas veces, eso fue lo mejor que me pudo pasar. Casi siempre, lo mejor que me pudo haber pasado es que lo que quise con todo mi alma no haya podido ser.
Entonces pienso, que aunque ahora esta tristeza lo abarca todo, quizás algún día me toque ponerme contenta de que de todos mis deseos, este sea uno de los cuales no haya tenido que ser. Entonces pienso, con un poco de inocencia, que tal vez quien escriba mi vida se esté riendo de mí mientras piensa ''cuando veas lo que te espera por delante apenas dejes de aferrarte, no sabés lo mucho que me lo vas a agradecer''.

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