Dejarte ir

Me desarmo para no responderte, lucho contra mi ansiedad para no apretar envíar. Tu ''cómo estás'' sigue atormentándome la tranquilidad todos los días, como un cadaver en la habitación, pensando que eventualmente tengo que decidir qué hacer con él. No contesto. Pero no es tan fácil. Las horas no pasan, me aplastan. Agarro el celular. Lo dejo. Lo agarro. Releo. Lo dejo. Lo vuelvo a agarrar. Entro al chat. Escribo. Borro. Tiro el celular contra la ventana. El vidrio se rompe. El aparato en el que estás (el único lugar en dónde te tengo) sale disparado. Cae al jardín. Me bajo de la cama con brutalidad. Mi consciencia me impide avanzar y caigo al suelo. Pero mi ansiedad me arrastra hasta la puerta. Gateo como puedo, y bajo las escaleras corriendo. El amor que te tengo gana terreno por sobre el amor propio que me queda, y llego al jardín. Rápido agarro el celular. Increiblemente funciona. Abro el chat como para verificar que sigue ahí. Tu ''cómo estás''. El que me mandaste hace cuatro días.
Me recuerdo a mí misma que nunca fui tan fuerte. Que nunca llegué tan lejos. Que nunca estuve tanto tiempo sin hablarte. Que jamás me cuidé tanto. Pero no alcanza. El amor que te tengo escribe una respuesta. ''Hola amor, perdoname, acá estoy. Te extraño...'', y lo estoy por envíar. Estoy a punto de hacerlo. Entonces veo algo que me llama la atención. Me senté en el jardín a escribirte y me corté con los fragmentos de vidrio que volaron desde mi ventana. Por la desesperación de no perderte no miré en dónde me estaba apoyando, y ahora me sangran las piernas. Me levanto y veo que un vidrio se me clavó en un muslo. Tengo que sacarlo, aunque va a sangrar todavía más. Aunque va a doler. No es en mi muslo en donde pertenece. Si lo dejo eventualmente se va a infectar. Si lo dejo después va a doler más. Lo arranco de un tirón. Y mientras mis ojos pierden lágrimas por el dolor que siento en mi cuerpo, con la fuerza que me queda, borro el mensaje que te estaba a punto de mandar. Lo arranco de un tirón. Aunque va a doler. Tengo que borrarlo. Aunque va a sangrar. Si te dejo en mi vida después me vas a doler más. 
Si te dejo en mi vida me la vas a seguir infectando hasta que tenga que arrancarte.
Después de todo, jamás llegué tan lejos. Jamás estuve tanto tiempo sobria, como para permitirte volver a terminar con lo que empezaste. No quiero ser yo un cadaver más en tu habitación.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero