Las cosas que me gustaría decirte

 Que aprendí a tomar vino, y que si estuvieras cerca, te reirías de que siempre se me manche la comisura izquierda del labio. Pero no estás. Que mis estrías ya no me acomplejan y que desnudarme frente a alguien ahora me es fácil: pero solo el cuerpo. Nunca más me desnudé con nadie en alma. Nunca más me desnudé como lo hice con vos. Una vez me contaste los lunares de las mejillas mientras los marcabas con tus dedos, y yo pensé para mis adentros que lo hacías con la concentración de quien busca formar constelaciones en el cielo. Te daba ternura que solo tuviera en un costado del rostro. Ahora en el otro costado apareció uno, y me causa risa que llegó a desarmar tu teoría. A lograr que lo que tuvimos -porque lo tuvimos- desapareciera de otro lugar. 

Que ahora vivo sola, y algunas noches se sienten tristes, vacías, insoportables. Cuando siento que las lágrimas comienzan a recorrer mis mejillas, intento pensar en todo lo malo. En lo peor de los dos. Lo vimos morir al amor, ¿no? Tan paulatinamente... Podríamos haberlo salvado, ¿no? Estaba agonizando por su vida, luchando por volver a respirar. 

Permitimos que se asfixiara. La muerte fue tan lenta y agonizó por tanto tiempo, que destruyó con su final todos los recuerdos de lo que fue bueno. El principio fue bueno, ¿no? El incendio destrozó las fotografías que teníamos sonriendo, pero doy fe de que esos momentos existieron. 

Aunque se hayan llenado de cenizas. Aunque hayamos inhalado todo el humo por no saber irnos a tiempo. Por quedarnos y no preocuparnos por apagar el fuego que se siguió extendiendo.

Y cuando nos logramos escapar, nos preguntamos en dónde se inició la catástrofe. Me gustaría que te enteraras de que mi pelo creció un poco, que ya no consumo azucar, y que en líneas generales, sigo siendo la misma de siempre: bastante más segura, un poco más nostálgica, y mucho más consciente.

No sé si éramos conscientes de lo que perdíamos mientras lo estábamos perdiendo. Por si te lo preguntás: ahora lo veo. Hay cosas que no se encuentran en cualquier parte.

No una vez que se las tuvo; y se las dejó morir.

Sol Iannaci