Que me duela
En algún momento pedirte una caricia me hubiera bastado, pero ese momento pasó. Si ahora tuviera que pensar en lo que necesito, te diría que me claves las uñas con más violencia de la que tendrías que ejercer para que no me duela.
Quiero que me duela.
¿No es el dolor, nada, excepto una forma de despertar? No es la única, pero es la más efectiva que conozco.
Solo quiero volver a sentir.
En algún momento un abrazo hubiera sido efectivo, aunque ya no lo es. Si pienso en lo que me haría bien, tal vez te exigiría que uses más fuerza de la que yo tengo. Puede que quiera que tus brazos me asfixien.
¿No poder respirar no te recuerda que estás vivo? ¿todas las cosas por las que vale la pena estarlo no son susceptibles de hacernos sufrir?
Si pudiera verte ahora mismo, te exigiría que me recuerdes, de cualquier forma, que mi cuerpo es débil. Te rogaría sin decir nada que empezaras por mi cuerpo.
Quizás así, puedas llegar a tocar alguna otra fibra. De esas a las que, ya hace tiempo, no llega nadie.
Puede que si empezaras por mi cuerpo, eventualmente te pudiera querer como ya hace mucho tiempo no sé querer a nadie: querer como se quiere a la gente a la que le concedemos implicitamente la oportunidad de ser capaces de lastimarnos. Querer de verdad.
Puede que si empezaras por mi cuerpo, eventualmente te pudiera querer como ya hace mucho tiempo no sé querer a nadie: querer como se quiere a la gente a la que le concedemos implicitamente la oportunidad de ser capaces de lastimarnos. Querer de verdad.
Sol Iannaci
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