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Mostrando entradas de abril, 2020

En ellos no me sumergiría

Si pudiera librarme del peso de tu ausencia, los hubiera querido a cada uno de ellos, a todos: porque no tendría manera alguna de compararlos con algo superior. Si pudiera impedir que tu recuerdo siga siendo el estandar del que sostengo mis ambiciones, los hubiera llorado a cada uno de ellos, a todos: y no sentiría que cada vez que derramo lágrimas, me estoy inventado excusas para volver a sufrirte a vos. Si tuviera alguna fórmula, un método para olvidarte, quizás él me hubiera significado algo. Algo es mejor que nada. O tal vez él me hubiera podido lastimar, pero no lo hizo. Los demás hacen cortes superficiales, y si meto mi dedo en el tajo, si apreto con fuerza para llegar profundo, ahí dentro seguís sangrando vos, como una herida interna que se sigue extendiendo, y que a veces duele, pero que la mayor parte del tiempo me sirve. Me recuerda lo que ya sé: solo tu amor pudo calar hondo. El resto acarició, raspó, arañó apenas la superficie.  El resto nunca fue nada excepto resto. E

Mi amor propio

Y si te querés ir, hacelo, de hecho quiero que te vayas, y sé que te rogué que te quedaras el martes pasado en tu departamento, pero no importa, porque hoy ya es jueves, y yo me conozco: hasta los presos después de un tiempo creen que prefieren el encierro, pero solo es comodidad. No me creas cuando te dije que quería que funcionemos, porque si fuera cierto, lo estaría intentando hacer funcionar. No mentí cuando te dije que te quería. Los quise a todos, por poco tiempo, de distintas formas, con tintes y matices diferentes, pero no fui sincera si te dije que eras diferente o que ''esta vez era especial''. No soy nueva en esto, ya me sé el final de memoria. No me voy a ir, pero voy a desinteresarme tanto que no vas a sentirme la misma, y después me voy a extrañar como la que soy sin nadie: la que soy de verdad.  El amor para mí es un juego  la mayoría de las veces. Y no me enorgullece decirlo, pero ¿a quién quiero engañar? La inocencia que finjo es ficción, y si te q

Tu turno

Siento como si estuvieramos caminando en una cuerda floja y, esta vez, solo de tus acciones dependiera que lleguemos a la orilla o nos caigamos. Siento que, por mucho que quisiera que nos ayudes a llegar a la orilla, ya sabés que no tengo miedo de caerme si las cosas no cambian o si es necesario volver a alejarme de vos.  Siento que no doy dos oportunidades, y que te di dos. No existe una tercera. Ahora es tu turno. 

Tu intención

Yo no te voy a hablar nunca más si es que te lo preguntás, y si te preguntás si espero que me hables: lo espero. Pero no porque quiera contestarte, que no se maliterprete. Quiero saber que cuando me decías que te importaba, hablabas aunque sea un poco en serio. Y que cuando me dijiste que ibas a respetar mi decisión al 100% y no intentar cambiarla, después de destruirme y de esperar que yo me fuera, estabas haciendo lo que hiciste siempre: que es mentir. Me daría mucha rabia que justo después de mi adiós y del final, hayas decidido, por fin pero a destiempo, empezar a ser honesto. Te odiaría un poco si tu sinceridad tardía llegara justo cuando yo quiero que me mientas, porque entonces tu intención no era ser mentiroso, (que es válido), sino siempre llevarle la contra a mis ganas para decepcionarme, (que es sumamente cruel).

Volvamos al principio

Contame cómo te hiciste esa cicatriz que tenés en la pera, aunque ya me lo hayas dicho. Y contame sobre la de la espalda. Porque sobre esa todavía, no sé. Reíte y achiná los ojos en la parte que más risa te causa del día en el que te atragantaste mientras exponías un oral. Quiero escuchar tus anécdotas de principio a final, y asegurarme de que no pienses, ni por un segundo, que tenés que abreviarlas para no aburrir. No conmigo. Ya me dijiste cómo falleció tu abuelo. Pero ahora quiero saber cuándo nació. En qué pueblo de Italia. Por qué fue que decidió venirse a Argentina. Me muero por saberte con más detalles, porque los detalles importan. Quiero mirarte a los ojos mientras hablás de tu equipo de fútbol o de tu pasión por el básquet. No sé nada de fútbol ni de básquet, pero ¿qué más lindo que verte la ilusión en la mirada cuando pensás en tu pasión?  Soltame tus secretos. Uno a la vez. Exteriorizá tus miedos, todos. Yo les voy a tener paciencia. Uno a la vez. Quiero contarte del c

Lo que soñé

D iscutimos, y al final nunca te conté lo que soñé. Nos soñé mirando una película, como la última vez que nos vimos. No pasaba nada, nada de nada. Solo mirábamos una película. Estabas vos. Hasta estaba tu perro. Tenías tu mano en mi pierna. Y eso era todo.  Había algo más: yo me sentía contenta. Y pensé, en el sueño, lo mismo que pensé esa tarde en tu sillón, aunque nunca te lo dije: "me gusta tenerlo al lado, incluso así, en silencio". Pero ahora ya no puedo contarte el sueño. Entonces lo escribo. Por si lo lees.  Por si te quedaste con ganas de saber qué soñé, aunque ahora de esa escena nos haya quedado solo el silencio. 

Todo y nada a la vez

Terminamos y al otro día no me viste las historias. Te importó todo tan poco, que no tenés ganas de verme las historias. ¿O te importó todo tanto, que pactaste con vos mismo no verme las historias?, ¿tanto que cuando entrás a esta red social, esquivás mi círculo?, ¿luchás contra el impulso de presionar?, ¿estás haciendo una especie de piquete, para transmitir un mensaje? Eso es lo que tiene esta era tan digitalizada: todo puede significar todo. Y nada significa nada. Las dos cosas al mismo tiempo. Y ninguna a la vez. Tal vez nuestro error haya sido intentar comunicarnos sin contacto visual. Quizás todo lo que se arruinó virtualmente, lo hubiera solucionado un café. Creo que ya es tarde para tomarlo.

Por fin despierte

Algún día te voy a mirar a los ojos y te voy a confesar: me rompiste el corazón. Y vos me vas a devolver la mirada, vas a suspirar, y me vas a decir: no me importó antes, cuando (no) estaba, menos ahora, que solamente estoy porque me estás soñando.  Quizás entonces, por fin despierte.

Competencia de egos

Andate, dejame ir, o vayamonos. Me es indiferente. Esto por mi parte, dejó de ser una competencia de egos. Ya no me interesa quién de los dos pone el punto final: a esta altura dolés tanto, que solo me interesa que el punto final sea puesto.‬ ¿No ves que me estás lastimando cada vez que te doy la mano para despedirme, y me la sujetás con fuerza?

Para ser Irreal

"Es muy bueno para ser real" pensé cuando te conocí. Lo pensé, lo escribí, y hasta se lo dije a mis amigas. Y ahora me acuerdo y me rio. Pienso que lo peor de pronunciar esa frase es que ocurra lo ocurrido. Descubrir que tenía razón: ni era(s) tan bueno, ni era(s) real. Ya no sé si quiero algo que me parezca muy bueno para ser real. La próxima quiero sentir que es demasiado bueno como para ser irreal. ¿Se entiende? La próxima vez quiero algo en lo que yo pueda creer, porque siempre fui muy buena desconfiando. Siempre que desconfío termino teniendo razón.  Cuando algo se presenta de pronto como demasiado bueno para ser real no es nada bueno, ni es de verdad. 

Ego herido

Solo me queda la inútil tranquilidad de saber que no volvés porque de tu lado, después de mi adiós, hay un ego herido, y que de mi lado después de mi adiós, hay miedo. Yo no vuelvo para que no me lastimes, y vos no volvés porque lo que más te lastimó, al final de todo, es que yo sea la que puso el punto final en una historia que vos llenaste de puntos suspensivos, tachaduras y roturas. Y que podría haber sido linda, valiosa, o al menos larga, pero que fue desastrosa porque la escribiste con la mano izquierda, y sos diestro, y yo jamás pude comprenderte ni salvarnos. Me gustaría que te estés muriendo de ganas de hablarme y que no lo hagas por narcisista, porque no te gusta que la gente se despierte, porque para vos yo estaba obnubilada. Y ahora me muero porque me mandes un mensaje, y me alegra saber que tu orgullo te impide tocar enviar. Me divierte un poco haber sido la que se fue, y que al menos, después de todo, me quedé esa gran satisfacción: yo, que era la única que estaba,

Nuestra última conversación

Nuestra última conversación. Todavía la recuerdo. Pero ya no estoy segura de si realmente sucedió por mensaje, o si fue en la calle. La recuerdo, sí, pero en la calle. Te dije que era lindo saber que estabas bien, que yo también, que mi gato estaba enorme y mi sobrina cada vez más inteligente. Y me despedí, no sin antes decirte que si necesitabas algo, lo que fuera, me podías hablar. Aguardé tu respuesta. Uno, dos, seis segundos.  Seis segundos en los que deseé que me dijeras te extraño, esperá, o quedate. Cualquier cosa que me demostrara que querías que me detuviera. —Que sigas bien. Y me di vuelta. Empecé a caminar. Tres, cuatro, seis pasos. Mi corazón latía más rápido de costumbre, mis piernas temblaban. Mi deseo era simple: que me sostuvieras fuerte de la manga de mi buzo. Que me forzaras a parar. O que, al menos, me gritaras algo. Cualquier cosa que me hiciera dar vuelta. Algo es mejor que nada. Quizás fue charlado por mensaje. Ahora que pienso bien, estoy segura de que

Seguí

A veces me pellizco un brazo, solo para asegurarme de que es real. De que no estoy soñando. Soñé, una vez, dos veces, muchas veces con este momento. Pero ahora es real. Pareciera un juego de palabras: si ahora no es un sueño, es gracias a que lo soñé. ¿No surge todo de una idea, de un mero deseo? Deseé. Estoy segura. Le pedí que esto sucediera a las pestañas caídas, a los tréboles de cuatro hojas, y a las velas encima de mis tortas de cumpleaños. Me imaginé que sucedía, varias veces. ¿Las cosas que no se imaginaron pueden materializarse? Creo que no. Entonces imagino. Hice cosas para que dejara de ser un mero deseo. También estoy segura. ¿Cuántas veces pensé en dejarlo atrás? Llevé la cuenta en algún momento. Pero después se convirtieron en incontables. ¿Cuántas veces renuncié por un par de horas? Una vez, lo recuerdo, renuncié por un mes.  Después volví a intentar. Lloré. De esto jamás llevé la cuenta. Me amargué, me desanimé, y me convencí de que era en vano. No estaba avanzan

Te busco a vos

Y yo, que sigo fracasando en el afan de encontrar lo que tuvimos en otra gente, quizás deba admitirlo: el problema no es no encontrarlo. Algo evidente. El problema es seguirlo buscando. Algo peligroso.  Y a mí, que me lo dijeron y no escuché, ahora se me hace necesario admitirlo: todas esas frases son verdad. Cuando te vas de donde te quieren bien, te vas liviano. El problema llega años más tarde cuando, casi de manera inconsciente, seguís tratando de conseguir lo que alguna vez dejaste ir. Esta imagen mía es patética, y sin embargo la tengo que aceptar. Ya pasaron tres años y, todavía, pienso en lo que tuvimos, que debe ser parecido a lo que ahora tenés con ella. Mis amigas dicen que ella es parecida a mí. ¿Fue intencional? Quizás ya sea hora de dejar de buscar lo que tuvimos en otra gente, o de por fin encontrarlo en alguien más. Lo que suceda primero. Me inclino por la segunda opción, pero sé que la más sana, no es esa. Es que ya no estoy segura de buscar solamente lo que tuv

Ya no te creo

Podrías pensar que lo peor que tengo para decirte es ''ya no te quiero'', y aún así no lo diría, porque no es verdad. Todavía te quiero. Lo peor que puedo decirte es ''ya no te creo''. Y ya no te creo. Aunque no te haya dejado de querer. Ya no te creo.  Ya no creo que la persona a la que quiero tanto siquiera exista. Ya no te creo cuando me decís que todavía me querés. 

Tu ausencia y yo

Tal vez negarse a menorpreciar la vida se parezca mucho a no sentarse en una habitación vacía a esperar un mensaje que jamás llega, de una persona que no vuelve, en una pantalla que no se ilumina. Puede que jamás haya conocido una imagen más patética de mí como cada noche que te permito, sin que siquiera te enteres, volverme a decepcionar.  Supongo que ahora mismo me doy pena porque la soledad debe parecerse mucho a esto. Observar fijamente un celular aguardando un nombre que no necesito, en una notificación que no aparece, para así sentirme al menos algo especial. Yéndome a dormir todas las noches, con esa ausencia en el medio del pecho. Con la ausencia de nada. Con la ausencia de tu ausencia. Con la ausencia de la ausencia que representaba tu presencia. Porque, al fin y al cabo, cuando iluminabas mi pantalla, cuando te veía, te tocaba, y podía comprobar que eras real: tampoco te sentía presente. Tal vez mi pantalla no debería iluminarse. Quizás la tristeza absoluta sea espe

a todos mis ex

Nuestras diferencias son matemáticas. Yo no puedo darte la nada que estás buscando, y vos no podés cubrir siquiera un porcentaje de todo lo que estoy esperando encontrar. Sin embargo nos deseamos, ¿no? Yo espero que vuelvas a ser el que me inventé, o el que me hiciste creer. Y mi problema siempre es el mismo: mi imaginación es tan maravillosa que creo que veo colores. No puedo culparte de ser monocromático ni de ser daltónico. No puedo reprocharte no haber visto mis colores, ni tampoco reclamarte que no entendés lo que siento. A veces, yo tampoco.  Debería sentar a todos mis casi ex y a mis futuros casi ex en un sillón, o en varios sillones, en una habitación de algún departamento o en un hotel de cien o doscientas habitaciones, y decirles: ''al haber salido conmigo lo aceptaron implicitamente, voy a escribir de ustedes para siempre y nunca, todo a la vez. No escribo sobre alguien. Escribo historias. A veces van a encontrar destellos de ustedes mismos en alguna que otra part

03.03

La característica en común de los desiertos es su escasez de lluvias. Me invade un recuerdo. Son las siete y cincuenta de la tarde de un tres de marzo de dos mil dieciocho, en Río de Janeiro. Las gotas de lluvia heladas recorriendo mi cuerpo friolento, por debajo de mi buzo blanco, y tus manos rodeando mi cintura, tocando mi piel. Calientes. Me había aguantado las ganas de llorar por la despedida durante todo el viaje hacia el puerto, en el auto de tu amigo, porque estaba llorando de nervios. La tormenta había inundado tanto las calles que estabamos empapados, y el congestionamiento del tráfico nos hacía sentir que no lo lograríamos a tiempo. Hasta que llegamos diez minutos antes del horario límite. Mi crucero, a metros nuestro, aguardaba por mí. Entonces, de pronto, como una catarata... —No llores, por favor, nos vamos a volver a ver, ¿sabías eso? Mirame —y tus manos abandonaron mi cintura para pasar a sostener mi rostro. Mi vista estaba posada en el suelo, hasta que me forzaste a

Decepción

La decepción, la verdadera decepción en mí, tiene un solo efecto: no puedo escribir nada. Jamás eternizaría en palabras, ni siquiera horribles, a alguien que realmente me decepcionó. No te mereces ser un escrito cruel, porque incluso ese escrito puede tocarle alguna fibra a alguien. Y yo no quiero que una persona como vos pueda tocar a nadie, excepto para darle frío. Yo sé que eso es lo que hago con lo que me hacen, que habla bien de mí, que cada uno da lo que es, y que se yo. Pero con vos voy a hacer una excepción. No te quiero dar el lujo, después de todo, de sentirte importante, ni de lograr ser algo que sin mí jamás serías. Porque ya no me tenés a mí para serlo.

Me voy.

Me voy.  Pero antes te voy a decir algunas cosas: 1) tu perro es insoportable 2) el chocolate que me regalaste lo regalé, porque nunca me escuchaste cuando te dije que las pasas de uva no me gustan. 3) nunca me escuchabas. 4) cuando me escuchabas te asegurabas de hacerme sentir con algún gesto que te molestaba que hablara tanto. 5) el día que me dijiste que me necesitabas y fui, no me necesitabas a mí. Necesitabas un psicólogo. 6) te las arreglaste para hacerme sentir, desde el primer día, usada. 7) eras tan frío que duramos un verano que se sintió invierno. 8) te extraño. no a vos. extraño pensar que eras algo que no eras. Extraño emocionarme. Hace mucho no me emocionaba como para que la primera vez después de tanto tiempo fuera así de trágica. 9) tengo un inmenso miedo: que la próxima vez que conozca a alguien mi inseguridad sea que me haga lo que me hiciste vos. 10) me duele que me hayas mentido.  no tenías que mentirme. No necesitabas hacerme sentir que

Siempre el mismo final

Podría afirmarle a cualquiera que esto que siento lo desencadenó tu ausencia. Podría mentirles, a todos, y decir que lo que me duele es nuestro final, y no la repetición infinita e incesante de siempre, cada vez, todas las veces, el mismo final. Podría jurar que extraño tus besos, para no admitir la verdad: no había llegado a memorizar tus besos, no recuerdo su sabor, y no sé qué besos extraño. Quizás todos, o tal vez ninguno. Puede que esto que siento no sea un desamor, porque si fuese un desamor nada tendría sentido. Soy consciente de que lo que no existe no puede destruirse, ni desarmarse, ni desmoronarse: yo no te quise. No tuve tiempo de llegar a quererte. De hecho ni siquiera sentía que pudieras ser merecedor de mí. De hecho tu presencia no me llenaba y me sabía a poco, como las otras. Nuestra historia terminó antes de empezar. Lo que me destruye es que todo siempre desemboque en el mismo lugar. ¿No fueron varias historias las que no llegaron a contarse ya?, ¿no me sucedió dem

Pd: no te quiero

Estuve por decirte ''te quiero'' por primera vez, en cuatro oportunidades. La primera fue hace un mes, cuando te vi llorar. Casi lo hago, pero era pronto, y yo no soy de tomar iniciativas. Jamás, en el amor, supe diferenciar exposición de vulnerabilidad. En cambio, te di un abrazo.  La segunda fue por mensaje. Me estabas contando algo que te entristecía. ¿Por qué no lo escribiría? Entonces me detuve: pensé que hace tres años no le digo a ningún chico que lo quiero, y que era algo muy valioso para mí. Decidí esperar.  La tercera fue hace tres semanas. Estábamos acostados, a punto de dormirnos. Casi lo susurro, porque todo parecía marchar bien. Pero ¿si te asustabas? Las palabras se estancaron en mi garganta, y de algún modo lo que iba a decir se convirtió en otra cosa. Te dije que la pasaba bien con vos. (...Eso te asustó). La cuarta vez fue hace ocho días, cuando decidí que no podíamos seguir así. Me estabas lastimando. No me importaba ya obtener o no respuesta

Nuestro mejor momento

Tal vez nuestro mejor momento fue ahí, en la playa. Vos estabas mirando hacia el mar, y el atardecer, y yo te estaba mirando a vos. Vos estabas sonriendo, y tocando la arena con tus manos, y yo acariciándote y pensando. Y pensaba en la suerte que tenía de poderte tocar. Pensaba que no me había equivocado cuando le dije a mi amiga que nunca había sentido algo así.  Todavía lo pienso: no me equivoqué. Todavía no sentí algo así. Y sigo pensando, para qué ocultarlo, que si fuera a la playa con otro, con cualquiera, mi vista se dirigiría al mar. Quizás ahí marcaste la diferencia. El paisaje frente mío era bellísimo.  Pero la persona al lado mío, superaba con creces todo lo demás. Y, a veces, cuando conozco a otras personas, me seguís protegiendo. Porque cuando otros me duelen, yo vuelvo a esa tarde. Te puedo recordar sonriendo. Y recuerdo lo que pensé. Pensé que éramos imposibles, sí. Pero que no era imposible querer así de mucho. Que no era imposible, para mí, sentirme tan feliz.