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Mostrando entradas de agosto, 2019

Después del des(amor)

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Me despierto y miro el reloj. Diez de la mañana de un domingo. Un día helado. Debo ser la persona que más disfruta de los días fríos y del invierno. Hoy voy a salir. Me abrigo, y entre mis cajones encuentro un par de polainas del 2013. Las detesto. Me río en voz alta. Esa abominación fue moda. No solo fue moda, me encantaban. Me visto con mi sweater rosa, porque el rosa es mi color preferido, agarro las llaves después de buscarlas por toda la casa y de reírme por mi torpeza de siempre perderlas, pero admirar mi increíble suerte por siempre encontrarlas, y salgo a caminar. Y en el camino miro el cielo. Está gris. ¿Qué mejor que hacer lo que me gusta hacer en un día gris? Me siento a tomar un café con leche en el lugar más lindo que encuentro. Es una ciudad vieja y grande, con muchas cosas para hacer, sí, pero a mí lo que más me gusta es ir a tomar café. Saco la libreta que me regaló mi mejor amiga para mi cumpleaños, y estoy dispuesta a escribir. Entonces pienso sobre qué puedo escribi

Del amor al odio

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El sonido de la música retumba en el suelo, y el trago que me pedí está un poco más fuerte de lo que mi cuerpo puede tolerar. No me mandes un mensaje ahora. No vuelvo a casa hasta las cinco de la mañana, y aproximadamente a las seis, después de bañarme para sacarme el olor a cigarrillo del cuerpo, me voy a acostar. Recién besé a un chico que tenía tu nariz. En realidad no me acuerdo de su cara, ni de su nariz. Pero ahora siempre les encuentro algo tuyo. Siempre mi mente me recuerda que tu maldición no termina, que está en todos lados y habita cada rostro. Antes me entristecía porque ellos no eran vos, y no podía encontrarles nada tuyo aunque buscaba a alguien que se te asimilara. Ahora eso me hace reír. Después de todo lo que me hiciste, quiero al que sea tu antítesis, y me resulta casi esperanzador cuando alguien no se te parece. Pero lo importante es que tenía tu nariz. Creo que lo odié por esa razón. Y eso me puso contenta. Antes nadie tenía nada tuyo y eso era algo malo, por

Me voy

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. No lo envío. Porque... ¿Lo entenderías? ¿Lo querrías entender? ¿Sería un alivio para esta masacre que el causante lea las partes de mi que destruyó?  Si fuiste vos. Si estabas ahí. Si, aunque no te hayas dado cuenta, eso habla más sobre tu irresponsabilidad a la hora de relacionarte con otras personas, que de una simple torpeza. Si no tengo que volver hacia vos. Si el daño ya está hecho. Si aunque asumas la culpa jamás tu consciencia va a poder destrozarte como lo que hiciste me supo destrozar a mí. ¿Tiene sentido gritarle al villano que es villano? ¿Existe algún cuento de Disney en dónde alguien se siente a decirle al malo que está mal hacer el mal? ¿Es mi trabajo encargarme, no solo de este dolor, sino también de tu moral? ¿Te quitaría el sueño que te repita todo lo que ya deberías saber? No se si me lastimaste adrede. Lo que si sé es que no te importó si podía suceder. Que pensás en vos y actuás de acuerdo a tus deseos, sin preocuparte por nadie más. La posibilidad exist

Dejarte ir

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Me desarmo para no responderte, lucho contra mi ansiedad para no apretar envíar. Tu ''cómo estás'' sigue atormentándome la tranquilidad todos los días, como un cadaver en la habitación, pensando que eventualmente tengo que decidir qué hacer con él. No contesto. Pero no es tan fácil. Las horas no pasan, me aplastan. Agarro el celular. Lo dejo. Lo agarro. Releo. Lo dejo. Lo vuelvo a agarrar. Entro al chat. Escribo. Borro. Tiro el celular contra la ventana. El vidrio se rompe. El aparato en el que estás (el único lugar en dónde te tengo) sale disparado. Cae al jardín. Me bajo de la cama con brutalidad. Mi consciencia me impide avanzar y caigo al suelo. Pero mi ansiedad me arrastra hasta la puerta. Gateo como puedo, y bajo las escaleras corriendo. El amor que te tengo gana terreno por sobre el amor propio que me queda, y llego al jardín. Rápido agarro el celular. Increiblemente funciona. Abro el chat como para verificar que sigue ahí. Tu ''cómo estás''. El

(No) te voy a extrañar

Decretaste que era el final Y yo no voy a cuestionártelo Y si querés saber la verdad No te voy a extrañar Porque me cansé de tus excusas Para no quererme ahora Y de siempre posponerlo Para cuando las líneas paralelas se cruzaran Para cuando hubiera luna llena O para cuando no tuvieras otra cosa que hacer Siempre después Me cansé de que no levantaras tu plato Y de que ya no me abrazaras por las noches Y me harté de escucharte masticar Y de las diez alarmas que dejás que suenen Para arruinarme la mañana Antes de dignarte a levantarte de la cama Estoy agotada de que siempre Repitas las mismas anécdotas Y voy a vivir mejor Sin tener que bajar la tapa del inodoro Cada vez que entro al baño Así que andate Que en cuánto cruces la puerta Te voy a extrañar (Por un rato) Y después me voy a dar cuenta Que no puedo esperar a que los planetas se alineen Ni que alguien que es una cosa Sea otra cosa que no es Y vos no sos lo que yo quiero Aunque desacostumbrarme a tu pr

Puertas giratorias

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Mientras doy vueltas y vueltas se me pasa la mañana, la energía y la vida. Y sigo, me asusta mucho lo que hay fuera del dolor al que estoy acostumbrada, porque el dolor que te acostumbra no duele tanto, y al contrario, ¿para qué negarlo?, el dolor que te acostumbra a veces se vuelve necesario. No me digas que hay vida más allá de sufrirte, no quiero saber qué hacer con todo ese espacio que quedaría disponible si dejara de hablar de vos, y de enredarme siempre en los mismos problemas que no tienen solución alguna, porque no importa cuánto lo analice, el problema es que nada puede salvarnos. Pero no me digas que puedo llegar a dejar la cuota libre para que otra persona me lastime, porque te voy a admitir la verdad: Ya no me gusta nada nada de vos, pero por alguna razón me seguís gustando. ¿No tiene sentido, no? Hoy descubrí que sí.  Mientras sufro este sufrimiento al que ya me acostumbre, no puedo sufrir ningún otro. Y me dolés de una manera tan familiar que alguna parte de mí prefie

Me querés

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"Me quiere", me susurro a mí misma cuando me herís. Y no es mentira. Me querés. Tenés una manera de querer que no es la mía, ni la de nadie a mi alrededor. Me querés con tanta sutileza que a veces tu cariño se confunde con desprecio. Y cuando no me hacés sonreir, me hacés doler la cabeza, el cuerpo y el corazón, porque tu amor es diferente a los que conozco, y tu forma de demostrarlo es casi imperceptible, entonces todo queda en lo que decís, (no puedo guiarme por lo que hacés). Me querés. Lo sé porque te seguís aferrando, y yo no me voy porque me gustaría que vos lo hicieras por mí. El problema es que más allá de que estoy completamente segura de que me querés, también estoy absolutamente segura de que tu cariño son manos que acarician llenas de espinas, y que yo, por idiotez u obsesión, prefiero sufrir tu tacto que llorar tu ausencia. Inclusive si en esa ausencia por fin dejara de sangrar.

Un extraño

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Si pudiera hacerte una pregunta, una única pregunta, y recibiera a cambio la certeza de que la vas a responder, te preguntaría quién sos. Yo sé algunos datos sobre vos que no cambiaron, como tu nombre, tu edad, y el color de tu piel. El tono de tus ojos también es el mismo que antes, pero tu mirada no. Me mirás como si me estuvieras traspasando, y yo siento frío. Entonces recuerdo una frase. La de que la humanidad del otro se descubre en su mirada. Y jamás creí que fueras justo vos la persona a la que iba a percibir deshumanizada. Tus labios son los mismos pero las palabras que salen de tu boca no. Ahora hablar con vos se volvió cualquier cosa excepto especial. Ahora siento que sos el invierno más helado en el que estuve. ¿Cómo me pude confundir tanto? Entonces me perdono, porque no me confundí. Yo estoy segura de lo que vos fuiste. Estoy segura de que esa otra persona existió. Yo sé que no te inventé, aunque mi imaginación sea maravillosa. Vos eras otro, incluso si eso no tiene s

Como te tenés que sentir

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— Gracias por ayudarme, Abril. ¿Y vos cómo estás?  — La escuché preguntar a mi amiga, a lo lejos, desde su nueva habitación. Me acerqué al sonido de su voz esquivando las cajas que habíamos estado bajando del camión durante toda la mañana, haciendo malabares para no romper nada, y asomé la cabeza por la puerta entreabierta. La encontré sentada en el suelo, comenzando a desempacar sus abrigos. — ...Me siento humillada.  — Respondí sin titubear. No tenía que pensar qué decir. Hace varios días, desde lo que pasó entre nosotros, los ''cómo estás'' de la gente se referían específicamente al hecho de que mi corazón estaba en fragmentos, y hace varios días, desde que descubrí exactamente lo que siento, mi respuesta no variaba, era siempre la misma, porque lo que siento no varía. Me acomodé en el piso al lado de ella, y apoyé mi espalda en la pared, preparándome para escuchar lo que escuchaba todas las veces, de cualquier persona, como disco en repetición. — Está bien.  —

Microcuento: El espejo

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— No tengo tiempo ahora. — Soltaste, de modo tajante y desinteresado mientras te mirabas al espejo y  te acomodabas la corbata . Ni siquiera lo dijiste con crueldad. Lo dijiste como pudiste haberme dicho — Voy a comprar y vuelvo — Y eso es lo que más sufrí. La normalidad con la que lanzabas frases que podían terminar conmigo. Podría haber sido normal, sí, pero me habías dicho lo mismo el día anterior, y el anterior a ese. Tu no tengo tiempo ''ahora'' equivalía a nunca. Rechacé esa idea y me convencí de que algún día te harías un huequito. El espejo. Mediante él, a lo lejos, al costado tuyo, me podías observar a mí, acostada y todavía desnuda, cubierta con una sábana blanca. Daba igual, porque tenía frío, y porque con o sin ella encima no me ibas a mirar. Te estabas mirando a vos. Estabas acomodándote la corbata. Estabas pensando en lo que dirías en la entrevista de trabajo que tenías más tarde, en si aceptarías o si te quedarías con el que en ese entonces tenías, y e

Que te vayas

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Ojalá pudiera armarme de coraje y decirte que te vayas. Pero nunca aprendí a perder la esperanza al cien por ciento, y jamás supe cómo terminar con lo que está terminando conmigo, sin permitirle que haga su trabajo, y después se vaya primero, así no tengo que hacerlo yo. Es que peco de ingenua, y siempre pienso que si me voy yo quizás es pronto. No puedo cargar con esa enorme responsabilidad a mis espaldas porque si soy honesta lo intenté muchas veces. E inclusive en las situaciones más evidentes, incluso cuando no existía algo más claro que el hecho de que me tenía que ir, me arrepentía de haber sido quién tomó la decisión. Era mejor quedarme a intentarlo hasta las últimas consecuencias. Era mejor volver y esperar a que me dejaran totalmente en claro que no me querían yéndose. Porque mientras el otro está, yo estoy. Y mientras el otro está, yo confío que aún en la peor catástrofe, en el desamor más evidente y el desinterés más frío, las cosas pueden resurgir y volver a mejorar.  Ya

Cuando no te querés

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Nunca creí tener que explicar lo evidente. Sin embargo acá estoy, en frente tuyo, mientras me preguntás que me pasa. ¿Qué me pasa? Me pasás vos. Pero no de la manera en la que yo creía. No me duele la panza por los nervios de tenerte cerca. Me duele la cabeza, y el corazón, porque nunca creí que justo vos serías capaz de lastimarme tanto, y todavía tener el coraje de declararte inocente alegando no tener idea de lo qué me pasa. ¿No podés verlo? Me pasás vos. Pero no como creí ciegamente durante todo este tiempo. No me siento cómoda cerca tuyo. Me siento desprotegida, en peligro inminente, sufriendo un destrato que nadie merece y yo menos. No después de todo lo que hice por los dos. Algún día vas a entenderlo, o tal vez no. Tal vez jamás lo hagas y vivas tu vida entero sin darte por aludido de lo que doliste. Sin pedir perdón.  Algún día voy a entenderlo. Voy a comprender que me quiero. Me quiero. Me quiero. Y que llegó el momento. Por primera vez en mi vida, juro que voy a actua

Deseos incumplidos

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A los cinco años estaba segurísima de que quería ser una princesa, y me puse muy triste cuando mi mamá me explicó que eso no era posible, pero menos mal que no pasó. No sé si podría vivir una vida de renunciar a libertades. A los seis años lloraba porque no quería empezar la primaria, hasta que dejé de llorar y entré, porque no tenía opción. Y ahí estaban las que serían mis mejores amigas para toda la vida. A los trece me enojé por no comprender por qué razón yo no podía irme de viaje de egresados, pero no pude. Pasé todos esos días con mi abuelo, y fueron los mejores, y los últimos. Porque después el futuro me explicó, que mi abuelo después del viaje de egresados, que por suerte no tuve, se tenía que ir. Al menos fisicamente. Y a los quince maldije a la vida por durante meses por el infierno que tuve que vivir en el colegio, pero después agarré a la tristeza y la empecé a escribir, y ahora acá estoy, todavía y para toda mi vida escribiendo.  Ahora, a los veintidos, estoy encerrada

Tu perfume

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Querer volver a verte no es capricho ni es obsesión, es solo una especie de deseo con el que me gusta vivir. Nos daríamos un abrazo de bienvenida por cuarta vez en esta vida, y al sentir tu perfume me acordaría de que ya lo conozco bien, pero que mi nariz no puede pensarlo cuando no estás cerca, y entonces ella necesita tu presencia.  Es que cuando no estás cerca, a la distancia, mi mente puede dibujar tu rostro, y cuando me olvido de algún detalle tengo nuestras fotos, y entonces lo vuelvo a memorizar. Y cuando no estás cerca, a la distancia, mi cabeza puede reproducir el tono exacto de tu voz, y si se empieza a volver díficil tengo tus audios o puedo llamarte, entonces pronto la vuelvo a incorporar, porque en algún lado estaba, todo en algún lugar de nuestro inconsciente está. Pero con mi olfato el tema es diferente. Yo sé que mi nariz tiene alguna especie de memoria, porque cada vez que este mundo me demuestra que no es tan grande como para separarnos para siempre, yo vuelvo a