Donde ya no te quieren
No sé si hay algún lugar más asfixiante que donde ya no te quieren. Estás ahí, porque la puerta de salida está cerrada, o porque las señales son confusas, o porque es el otro el que te retiene a modo de ''dale, quedate a sufrir mi indiferencia'', pero el oxigeno falta. Como si todo el amor que proclama tenerte cabría dentro de un ascensor, que se detuvo hace un par de horas, y nadie, excepto esa otra persona, sabe cómo hacerlo funcionar. Entonces pasa el tiempo y estás ahí dentro, al lado de alguien al que no le interesa que a veces el dolor es tanto que preferirías, de corazón, que te grite en la cara que ya no le importás. Para bajarte por fin de ese medio de transporte que no te está llevando a ningún lado, y sólo te arrastra a la locura. Gritame en la cara que ya no te importo. Ya me cansé de jugar al detective para intentar descubrirlo. Ya no soporto que todas tus acciones me griten que no, mientras vos, cuando te acordás de que sigo al lado tuyo, me susurrás qu