Mucho que decir
Y resulta que, a veces, me siento ante un papel y una pluma, o ante una computadora o un celular, si quiero dejar de romantizar todo lo que rodea nuestro desamor, y me percibo indefensa: Tengo mucho que decir. Es como si la inmensurable cantidad de sentimientos que provocás, me inundara, y de golpe sintiera que la marea se lleva consigo lo que tenía para expresar, eso tan importante que ya no toleraba dentro mío, que necesitaba poner en palabras aunque no fueras quien las recibe. Y ya no existe, se disipa, se esfuma. Ya no está.
De vez en cuando no se dice nada, porque detrás hay mucho. Los pensamientos se enredan, uno no sabe por dónde empezar, y no empieza por ningún lado. No sé por dónde empezar. Entonces no empiezo por ningún lado. Tomo asiento, dispuesta a escribir sobre lo que me atormenta, como hice toda mi vida, pero no puedo.
Estoy vacía. O completamente llena de una ausencia. Me río. A veces pareciera exactamente lo mismo. E intento. Busco desahogarme. Como una canción de la cual sabés toda la letra de memoria, excepto cuando te toca cantar.
De pronto lo entiendo. Todavía es temprano. Y aunque estén en la punta de mi lengua, las palabras van a materializarse cuando mi corazón, mi alma, mi cerebro, o lo que fuere que te guarda todavía dentro, decida que ya es hora de decir.
Porque yo sé todo lo que siento, pero lo que siento, se percibiría frágil si lo expongo. Y por tal razón, por ahora, no me deja escribir.
Sol Iannaci
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