Monólogo

Tengo tantas cosas para decirte, pero reconozco la inutilidad de expresarlas. Sería como gritar frente a una pared, golpearla con fuerza esperando lograr alguna quebradura, no para dañarla, sino para ver que es corruptible, que se puede llegar a ella, pero no poder. Y en el proceso me lastimaría solo a mí, y mis manos sangrarían, y vos seguirías ahí, inmune, como esa pared. Los golpes los esquivarías, mis palabras no te causarían nada más que sorpresa, no te importaría todo esto que estoy sintiendo, y yo sufriría el doble al verte ajeno a todo lo que me pasa sólo a mí. Ya sé que esto no es mutuo, lo sé mejor que nadie, y es por eso que no tiene ningún sentido expresarlo y observar tu reacción distante, sufrir el frío en tus palabras, quedarme para que se me clave tu indiferencia en lo más profundo de mi exceso de interés. No quiero leer tu contestación y que me hiera tu neutralidad, tu apatía, tu desafecto, no quiero ver cómo del otro lado no me quieren, ¿Para qué, si ya sé mejor que nadie que no lo hacen? No quiero volver a reabrir la herida y a reafirmar que esto que me sucede es sólo mío, que nunca jamás llegaría a tocar tu alma ni golpeándote, cuando vos podés destruir la mía, que es sensible hasta a tus susurros.
Entonces rescindo de mis ganas de exponer mi corazón en la mesa y mostrarte lo mucho que todo lo que hagas me afecta e importa, los sueños que tenía con un futuro que nos encontrase juntos, lo que me cuesta saber que me quedé estancada sóla en un pasado que jamás va a ser más que un simple recuerdo que el tiempo va a comenzar a cubrir de polvo y borrar lentamente, mientras yo me sigo aferrando a él. Renuncio a gritarte e intentar golpearte con todo lo que sé que va a causarme moretones en las manos sólo a mí, porque vos no podes hacer nada, porque nadie puede comprender con su mente racional lo que siente el corazón de otra persona, de forma irracional. Me rindo y te escribo este absurdo, esta carta que jamás mandaría, este intento de descargo que un poco ayuda, o al menos no me daña como lo haría ver que del otro lado sólo hay una pared, una pared que me separa de tus sentimientos, porque sé que sentís, pero sé que no por mí. Me doy por vencida a la idea de mostrarte todo lo que me está ocurriendo para que no pienses que estoy loca, y entiendo que no pensás que estoy loca: Que no pensás nada, que no pensás en mí. Que no tenés idea de lo que lucho contra mí misma para dejar de tenerte presente, y que tal vez sea mejor así. Que no te importa y que no te puedo culpar por eso, pero sí por haberme hecho creer que sí. Rescindo de todo y te escribo esta carta, o este monólogo que nunca va a obtener respuesta porque nunca va a ser enviado, y quizás eso está bien: Voy a salvaguardar a mi corazón de tener que lidiar con tu desamor, cuando ya sabe y ya aceptó que se quedo queriendo sólo. No hace falta llevar al familiar de la víctima una y mil veces a la escena del crimen, no hace falta recalcarle y mostrarle tantas veces lo que sucede al que ya lo asumió.
Y tal vez algún día la relea y me ría de todo lo que sentía, tal vez ya seas ese pasado que se cubrió de polvo y ya entienda por qué no tuvimos que ser, y no comprenda por qué me doliste tanto porque mis sentimientos ya se estén apagados y fríos, y nadie puede comprender con su mente racional, lo que sintió su corazón alguna vez, de forma irracional. Quizás esté siendo al fin feliz.
Pero por ahora, voy a escribirte todo lo que ya no puedo guardarme dentro y a dejarlo en un cajón, lejos tuyo. Después de todo, dolería más que lo recibas y entiendas lo que siento, pero jamás lo puedas sentir. Dolería mucho más tratar de desahogarme ante tus ojos, que me leen, pero no me ven, y ahogarme más en el intento.
Sol iannaci.

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