Pánico escénico

Si existe la forma de evitarlo, no entro por la puerta principal. Callo todas las veces en las que todo me grita que hable, e intento pasar desapercibida, porque tengo terror de destacar. La mayoría de las veces observo y no me involucro. Me da miedo involucrarme, incluirme o participar. Cuando estoy sola en un lugar con mucha gente que no conozco prefiero mirar a la vida.
Para vivirla están los demás.
Un día agarré un cuaderno y después de haberme dedicado a la observación, desde el anonimato, empecé a escribir para que no se me olvidaran los detalles. Y de algún modo que todavía bien no comprendo, de alguna manera que todavía me atemoriza, logré justo lo que siempre busqué evitar. Destacar.
Nunca quise ser quien estaba parado en el escenario. Algunos lo llaman pánico escénico. Prefiero el detrás de escena. El micrófono no lo necesito. La mayoría de las veces no tengo nada que decir, y si tuviera algo qué decir o tuviera que decir algo, no lo haría, porque no puedo.
Nunca hablé en clase, me dedico a escuchar. Y durante todos estos años llegué a una conclusión: La gente tiene muchas ganas de hablar pero poco que decir. No los estoy juzgando. Me gustaría poder introducirme. Pero no puedo. Y por mucho tiempo creí que simplemente no quería, pero ahora que sé que incluso cuando quiero, no puedo, lo sufro, porque todo sería más fácil sin mi terror a hablar.
Es tanto el temor que le tengo al micrófono, que puedo estar días y noches enteras temblando si me toca tener que intervenir en contra de mi voluntad. Y a veces miro al resto, porque eso es lo que hago, y siento que todos ellos son normales. Todos actuando de una forma tan natural. Todos diciendo lo que quieren decir, incluso cuando son estupideces innecesarias. ¿Por qué a mí se me corta la voz? ¿De dónde nació este miedo? ¿Lo adquirí o siempre lo tuve conmigo? ¿Existe alguien más que sea como yo? 
Siempre me gustó estar sentada en las gradas, porque desde ahí la vida es cómoda, hasta que me empezó a desesperar. Y a veces me gustaría ser quien sostiene el micrófono, solo para probarme a mí misma que puedo hacerlo, o que soy como los demás.
Pero ¿Qué si no soy como los demás? ¿Qué si aparte de tener otras limitaciones, también tengo otras virtudes? Entonces escribo, y me siento bien, aunque miles de personas van a leer exactamente lo que soy. No me importa. Porque con la lapicera yo estoy cómoda. Aunque me expongo. Esa exposición no me molesta. En ese terreno me gusta destacar.
Y me acuerdo de lo que me dijo mi vieja cuando me vio temblar por tener que dar un oral. Muchas veces me dijo que no tuviera miedo, pero esas veces no me significaron nada porque nadie sabe lo que yo siento, y nadie sabe que no lo puedo controlar. El consejo que realmente escuché fue este:
"-¿Y si tu lugar no es adelante de todo el mundo cuál es el problema?
Eso no significa que vos no tengas un lugar."

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