Esta tristeza
Mejor hoy salgan sin mí, le digo a mis amigas, porque hoy estoy triste. No, no. No es -esa- tristeza. No es la que se pasa cuando salgo, porque cuando salgo sigue encima mío. No es la que se me puede ir bailando o maquillándome, porque no puedo bailar si esta tristeza me pesa y me impide moverme, y porque no tengo energía ni siquiera para abrir la tapa del glitter. Hoy no tengo ganas de vestirme, ni de sonreir, ni de estar con gente. No, no es que no las quiera, no es que eventualmente no quiera estar bien. Es que hoy quiero estar mal. No sé mañana, tal vez mañana tenga ganas de enfrentarlo.
Hoy no puedo.
Ya sé que no es tan grave, mamá, que hay personas con problemas peores. Sí, no me los menciones, abuela, seguro son peores. Este es el mío. No es enorme, pero lo abarca todo. Y esta noche se siente igual de grave que cualquier otro que me puedas ejemplificar. No importa su raíz, ni por qué razón llegó. No interesa tanto la causa, que sé que no es terrible y que seguramente la sobreviva. Hoy siento que no. Porque hoy la vida me duele.
Ya sé que debería estar agradecida. Debería confeccionar una lista de las razones por las cuales tengo que estar agradecida. Debería arrodillarme y agradecer, hasta que las rodillas duelan. Ya sé que soy privilegiada. Pero hoy no. Hoy me quiero quedar adentro. Hoy me quiero permitir llorar por todas las razones por las cuales me siento infeliz, sin sentirme culpable por hacerlo. Hoy no puedo luchar contra el problema, porque el problema me duplica en fuerza.
Es probable que con el tiempo me de cuenta que siempre fui más grande, pero ahora mismo necesito sentirme más chica. Necesito meterme en la cama y llorar. Esta noche el problema me ganó. Y sé que es una batalla, y que no es la guerra. Y que después tal vez me ría de esto, como ahora me río de todo lo demás.
Pero a veces hasta se siente bien admitir que la tristeza te gana. Porque ¿Cuántas veces tuve que sonreir mientras aumentaba? ¿No fue justo así, negándola, como creció? ¿No la hice crecer cada vez que la empujaba, que la ocultaba? ¿No es esto un mensaje de mi cuerpo pidiéndome que deje de evitarla en el ruido, con música o gritos, y me quede en silencio para escucharla?
Hoy duele. Entonces salgan sin mí, amiga. Sí, sé que están. No, no me estoy encerrando en mí misma. Sí, sé que compraron la cerveza que me gusta y se los agradezco de corazón. No, nadie murió por un parcial desaprobado, por una semana horrible, por inseguridades absurdas, o por un desamor. Pero hoy me parece que sí. Hoy lo siento probable. Y tal vez necesito descubrir que no lo es. Y después reírme, y salir a tomar cerveza con las personas que jamás me defraudaron.
Pero hoy necesito que me dejen sola.
Porque ahora sonreír duele.
No, no quiero que me vengas a abrazar. Mañana tal vez ese abrazo sea todo lo que necesite. Pero hoy me necesito a mí. A mí sola. Solamente a mí.
Porque esta noche descubrí que, a fin de cuentas, esta tristeza no es más que yo misma pidiéndome más atención.
Y esta noche, esta solamente, necesito rodearme unicamente con mis brazos.
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