Mi más grande virtud

Algún día voy a ser feliz, me lo prometo.
Algún día todo este amor que sé que tengo y que puedo dar, que retengo dentro por todo el tiempo que puedo, hasta que tomo las riendas, y lo demuestro de maneras excesivas y catastróficas, que sólo logran dejarme sintiéndome expuesta, agotada, y usada, me va a volver. En algún lugar de este viejo mundo, que por suerte es grande, aunque a veces lo olvido, las heridas que me hice por querer y por quedarme queriendo sola van a cerrarse, y van a volverse cicatrices que no me humillan, sino que me enorgullecen. Son las pruebas físicas que llevo en mi cuerpo sobre lo grande, lo enorme que es mi corazón. E incluso aunque la mayor parte del tiempo percibo a mi corazón como mi más inmenso defecto, incluso aunque mientras recojo sus fragmentos del suelo lo insulto, y le ruego por favor que ya no nos lastime más, sé que algún día lo voy a ver como lo que siempre fue: Mi más grande virtud. ¿No es una virtud? No haber perdido, después de todos estos años, ni siquiera un poco de su dulzura y su bondad. Permanece ileso, y siempre se cansa, pero siempre vuelve a intentar.
Y yo le hago caso, aunque sé que siempre se equivoca, porque... ¿Quién sabe?
Tal vez él no puede vivir sin demostrar que siente.
Y quizás algún día de estos le toque ganar.

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