Un trago

Me invitaste a un trago, y a cambio te dí noches enteras de desvelo, días completos pensando y meses enteros llorando. Desde ese trago, te encuentro en cada bar, en cada vaso de cerveza que tomo para ahogar tu recuerdo, en cada mañana de resaca que me habla de vos. Ya no sé cuántas copas me va a llevar olvidarte, ya no sé si el olvido está por ahí o si debería llorarte hasta poder dejar de pensarte. Ya no sé si la solución es distraerme o si cada vez que intento hacerlo, te tengo más presente. Y pienso en todo lo que te di, en todo lo que te regalé a cambio de nada, o a cambio de ese maldito trago que desencadenó la catastrofe. Un trago. El efecto mariposa que nos trajo a este presente. La calma antes de la tormenta.
Quién diría que un vodka y un par de sonrisas, un vodka y un beso con sabor a alcohol y gusto a inolvidable, un vodka y un viernes a las 3AM en la parte de atrás de tu auto, iba a hacerme pasar un junio tan frío, ya 5 meses después de vos y 10 meses después del primer encuentro.
No te puedo sacar de mi cabeza, y cuando cierro los ojos seguís dando vueltas en mi mente, así que me refugio en la cerveza que, por un tiempo, me hace sentir que la culpa no fue del alcohol, que ahora me sirve de salvavidas. La culpa fue mía, por haberte dado a cambio de ese trago, toda mi vida.

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