Terrenos seguros



Siempre, o al menos el último tiempo, me manifesté en contra de mi trabajo: Del escritorio, de la computadora que todos los días se trababa, de que ya no estaba creciendo, y yo quería crecer.


Pero ahora, que lo estoy dejando, siento una especie de extraña melancolía: Mi escritorio, mi computadora, mi rutina, mis clientes. Ya nada de eso va a ser mío. Ahora va a ser de otro, se me va a volver cada vez más lejano hasta que ya no recuerde bien cómo me sentía ahí, hasta que ya no sea la misma que era en ese entonces, con ese trabajo. Quizás, seguramente voy a ser mejor. Pero voy a ser otra. Y eso es lo que ahora me interpela. Eso es lo que arde, intranquiliza o asusta: El renunciar a mi vida como era. A renunciar a quejarme siempre de las mismas cosas, hasta tomarles cariño. La computadora se trababa. Constante e inevitablemente. Y eso la hacía mía. En ese detalle mínimo yo me apoderaba de ella, y la diferenciaba de las demás. Yo sé que hay muchas computadoras en el mundo que se detienen, y que la tecnología es tan falible como todo lo demás, pero la mía se tildaba a su modo. No mientras se estaba encendiendo, ni en cualquier momento desde que se cargaba mi sesión. Se detenía la tercera vez que intentaba abrir Google Chrome. Ese detalle detestable me volvía su dueña y estaba presente en cada día de mi rutina. Yo jamás faltaba a trabajar. Yo qué sabía si ella iba a querer funcionarle a otro, si otro la iba a reactivar como yo sabía. Y ahora, que ya no es mía, pienso ¿No cuesta horrores desprenderse de todo lo que se vuelve costumbre? Incluso de las cosas que duelen, disgustan o molestan: Porque en ese escenario, está tu vida como la conocés. Aunque el telón del teatro sea viejo y la obra ya te aburra. Vos sabés representar esa escena. Y fuera de eso, un "vos" distinto. Al que todavía no le tomaste cariño, y al que, como no existe y tenés que construirlo, le tenés miedo. ¿Y si no me materializo en alguien nuevo, o no puedo enfrentar problemas mayores a una computadora vieja que se rehúsa a funcionar? Ese problema es conocido. Yo sé desenredarme dentro suyo. ¿Cuáles son los próximos?


Las costumbres, positivas o negativas, son terreno seguro. Pero resulta que de algo estoy más segura: Yo quiero crecer. La computadora puede detenerse, pero yo no con ella y con todo lo demás. Yo no puedo detenerme en una vida que ya no me convence, en una "Yo" que ya no me conforma. Yo quiero crecer.


Yo ahí estaba cómoda, y esa comodidad era precisamente lo que me incomodaba. La incómoda comodidad de los trabajos, las relaciones, las amistades o viviendas que ya nos hacen sentir frustrados, pero a la vez exitosos: Sabemos manejarnos ahí. Estar en ese escritorio, conocer a esa persona, besar esos labios. Aunque nos disguste. Ahí triunfamos y allá, principiantes. Allá, lo desconocido. Allá se llega diciendo que sí a pesar de los miedos.


Pero allá no estamos estancados como una computadora que funciona siempre mal y parecido. Allá la incomodidad es incómoda, como tiene que ser. Allá la vida es lo que es: Desafío.


Siempre, antes de un gran cambio, dicen que miras hacia atrás. El corazón te palpita fuerte y rápido porque atrás el panorama es conocido y está iluminado: Un lugar en el que sabés qué hay. Las rodillas te tiemblan, el miedo te grita, y pensás en correr hacía ahí otra vez. Pero no lo hacés. Porque si lo hicieras, ¿Qué diferencia entre vos y la computadora, funcionando mal y parecido?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero