El miedo a perder
Lo bueno de no tener nada que perder es que camino liviana. Las tragedias me pasan cerca, me rozan. Pero no son mías. Otros sufren sus desilusiones, otros sienten su corazón roto. Otros tienen miedo de dar algún paso en falso, y perder algo o perder todo, y entonces retroceder.
Yo no.
Yo no tengo nada que proteger. Yo ya estuve ahí. Yo ya sé que la felicidad del amor es un elixir, y que la inevitable posterior despedida es un veneno, que no te mata, pero te hace sentir muerto. Yo ya sé lo que se puede sufrir. Lo entiendo. Lo acepto.
Y lo quiero.
Y lo quiero.
Porque cuando no tenés nada para perder, tampoco tenés nada para ganar. No caminás liviano. Caminás vacío. Y las tragedias no pueden tocarte porque el amor tampoco puede. Otros disfrutan su felicidad. Otros celebran su suerte.
Yo ya sé lo que se siente que te rompan el corazón. Y no puedo esperar a ser feliz otra vez. Aunque en ese momento me puedan lastimar y ahora no.
Porque cuando no tenés nada para perder ya perdiste, y qué aburrido sería vivir para siempre habiendo perdido el miedo a perder.
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