Nuestra autopsia

Estoy otra vez ahí, seis de la tarde, sentada en el borde de la cama de la habitación de tu hermana. Vos buscándome un desmaquillante en sus cajones. Hace frío, pleno junio. Y culpamos a la tormenta por haber pasado todo el domingo en la cama viendo series, o no viéndolas. 
Como si el sábado, que fue soleado, no hubiéramos hecho lo mismo. Como si necesitáramos algo más que una habitación con Sherlock Holmes haciendo algo de ruido de fondo desde tu televisor.
Cuando todo terminó, lo confieso, la volví a ver toda otra vez. Pero la vi de verdad. Y el final sigue sin parecerme tan espantoso como a vos, y como al resto del mundo. Y me pregunto si vos la volviste a mirar. (¿El final te sigue pareciendo espantoso? Necesito saber este detalle irrelevante por algo. También quiero saber si tu papá pudo vender la moto. No sé por qué. Por algo.) Pero ese es otro tema.
Mi pelo envuelto en un toallón blanco. Mis ojos con ojeras negras por el rimmel corrido. Eso te hace reír. Estoy vestida con un buzo tuyo Gap que me queda enorme, y unas medias hasta las rodillas. No importa. Meses atrás me hubiera dado vergüenza. Pero ahora sé que te gusto así también. 
Y todo es perfecto.
Entonces te sentás al lado mío.
— ¿Te puedo hacer una pregunta? 
— Dos — Respondo sonriendo, sacándome el toallón de la cabeza.
— Okey. Primero ¿Esto es desmaquillante? — Me río.
— No no no. No. Esto es quitaesmalte. No importa, uso jabón. ¿La segunda?
— ¿Por qué tus escritos siguen siendo sobre desamor? 
Ya sabes como siguió la conversación. 
Que no eran para vos.
Que te lo juraba.
Que tus amigos te los mandaban preocupados.
Que ellos no lo entendían.
Que vos tampoco. Que te explicara.
Que estábamos bien. (Estábamos bien)
Que escriba sobre amor.
Que no me dijeras sobre qué escribir. Que perdón, que eso fue agresivo. Que voy a intentar.
Que no importa. Que escriba sobre lo que quiera.
Que "¿Estamos mal?"
No, estamos excelente.
¿Es por otro?
No, no son por nadie.
¿Me amás?
Te amo.
¿Y cuando vas a escribir sobre mí?
...Silencio.
La respuesta no la dije, pero la pensé.
— Cuando ya no me atreva a preguntarte si volviste a ver Sherlock Holmes. Cuando ya no lo sepa. Cuando ya no tenga la menor idea de si tu hermana sigue viviendo con vos o si se mudó con el novio hippie que odiamos. Cuando ya no sepa si sigue con el novio hippie o se dió cuenta que es insoportable porque mastica y hace ruido y porque no le gusta el mate así que fracasó como hippie. Cuando tenga que suponerte. Cuando deje de vivir en tu amor, y me encuentre parada en el medio de tu ausencia sin saber para dónde correr, mirando para atrás, buscando en el pasado que compartimos algún indicio de que esto podía pasar, algún cartel, alguna señal luminosa que no haya visto porque soy estupida. Cuando extrañe a tu mamá. Cuando me arrepienta de todo. Y de nada. Y de todo otra vez. 
Y acá estoy, escribiéndonos. Concediéndote el deseo, supongo. Perdón por ser impuntual.
Mientras éramos felices, te quería disfrutar.
Y lo hice. 
Nadie necesita eternizar un amor que respira. No se explica. (¿Quién carajo explica por qué ama a quien ama? ¿Quién puede? ¿Si se intenta hacer, no deja de ser un sentimiento sensato? ¿No es por eso que pocas veces las canciones de amor nos generan algo que no sea una inmensa incomodidad?) ¿Quién necesita exponer las razones por las cuales ama a alguien? ¿A quien habría que convencer? Se siente y listo. Se siente y se vive. 
No requiere explicación. El desamor si. El desamor la requiere. El desamor se desarma, se separa, se analiza. El desamor necesita comprensión.
Tu poesía nació el día en el que tuve que sentarme a entender qué nos pasó.
¿Qué nos pasó?
Hace poco alguien me dijo que del amor se escribe a modo de autopsia. Entonces acá estoy. Juntando los datos que recuerdo, por ejemplo los de esa tarde. 
Series, camas, duchas juntos. 
¿Qué nos pasó?
Supongo que el hecho de que nunca entendiste mi poesía podría ser algo importante.
Lo agrego a la lista de motivos.
Y sigo escribiendo. Hasta que la autopsia tenga resultado.
Y el resultado de toda la poesía, de todos los escritos, de cada desamor, es siempre el mismo:
— No pasó nada. Nada. Nada. No pasó nada, tonta. 

Sólo pasó el tiempo.

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