Niñez

Necesito empezar a ordenar mi cabeza, o mi pieza, lo que me sea más fácil. Necesito encontrar un equilibrio en mis pensamientos, en mi vida, necesito entenderme de una vez por todas, necesito crecer. Necesito volver atrás, a cuando era tan sólo un niño, a cuando no buscaba un orden, porque no lo necesitaba, porque mi pieza era un desastre, pero mi cabeza era simple, y en mis pensamientos no cabía la preocupación, y en mi vida no cabía la ansiedad, y yo me entendía, o no analizaba cada detalle tanto. Importaban solo las 24 horas que tenía por adelante, el futuro no me asustaba, los miedos más inmensos se encontraban debajo de la cama, o en ese placard que nunca se cerraba. Que la puerta no andaba, me decía mi papá, pero yo estaba seguro de que había un fantasma. La sabana me protegía, o tal vez me quería sentir invencible y encontraba la manera, tal vez mis temores no me acobardaban porque hallaba la valentía, le ponía excusas al temor, le gritaba que mi sabana me protegía, y el temor entonces se iba. Me sentía grande, y hoy, soy grande, y me siento pequeño. Hoy el mundo me come a mí, o al menos así lo siento.
Entonces me acuesto en la cama, y el terror al futuro está debajo. No quiero crecer más, y al mismo tiempo, jamás me sentí tan frágil y débil. Quizás ahora que crecí, soy más niño que aquel niño, que con una dosis de coraje se atrevía a abrir el placard y descubrir que no había nada. Quizás ahora no tengo la valentía necesaria para asomarme a mirar a mis monstruos, porque los siento a todos dentro mío, siendo tan solo un huésped de toda esta inseguridad. Y ahora, que el fantasma está dentro, no hay ninguna sabana que pueda protegerme a mí, ninguna que pueda protegerme a mí, de mí.

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