Domingos

Detesto los domingos por la noche, los detesto. Hay algo que sucede cuando empieza a oscurecer, cuando se hacen las 7 pasaditas, y el día paulatinamente va llegando a su final. Detesto los domingos por la noche, hay algo en ellos que está embrujado, que hace que duela el alma, la vida, que te trae pensamientos a flote que sólo lastiman, que te deja triste, con un sentimiento de vacío en el pecho, hay algo en ellos que da melancolía, que te hace sentir sólo, que te hace llorar. Quizás sea que en la vorágine del día a día, en la rutina, uno no tiene tiempo de pararse a pensar, uno vive, hace y deshace, no mira para adentro, no se pregunta si está siendo feliz.

Quizás sea que la calma que precede a la tormenta, a veces es inclusive más dolorosa que la tormenta, porque es cuando toca sufrir todo lo que el mal clima destrozo con su paso. En el silencio te das cuenta del ruido que te estaba atormentando, en la tranquilidad entendes lo mucho que te destruye la ansiedad. Pero la calma de los domingos es temporal, sabes bien que mañana te va a tocar volver a salir a tropezar. Entonces el silencio se vuelve insoportable, y aparecen todas las dudas que te esmeraste en no cuestionarte por terror a la respuesta, todos los miedos que esquivaste para sentirlos más adelante.

Los domingos se extraña, o se sufre esa traición que se creía superada, los domingos aparecen otra vez los fantasmas, y volvemos a mirar abajo de la cama, y entendemos que todavía hay monstruos que no se fueron, los domingos nos preguntamos hacia donde estamos yendo, sentimos que nos está faltando algo, o sangramos por la herida que presumíamos cicatrizada.

Detesto los domingos por la noche, porque los domingos por la noche me doy cuenta de todas esas cosas que no me gustan, las miro a la cara y no sé con qué volver a taparlas, para fingir que no están. Los domingos por la noche me siento sóla, y miro para adentro, y me asusta lo que hay, y no tengo a nadie que me abrace, que haga que el domingo no se sienta como un final.

Los domingos por la noche sé que al otro día voy a volver a cubrirme los ojos, y a llenar con mentiras las grietas que tiene mi vida, para presumir felicidad.

Sol iannaci

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