Despedida
Estuve con
vos para que te quedaras. Dejé que me besaras la piel, y terminamos dejándonos
llevar. Yo me dejé llevar por cariño y vos por pasión. Me dejaste en mi casa y
me diste un beso con gusto a poco, de esos que anticipan una despedida. Y desde
ese lunes a la tarde, no te volví a ver nunca más.
Quién me
habrá hecho creer que haciendo lo que vos querías yo iba a lograr que me
quisieras. Si solo hubiera sabido que el amor no se consigue. No se trata de
dar nada a cambio. No hay que desnudar el cuerpo para intentar que se interesen
por ver tu corazón. O quizás ya lo sabía. Quizás sabía que te estaba perdiendo.
Quizás sabía que no éramos ni íbamos a ser. Quizás dejarte hacer lo que querías
era darte ese empujoncito para que te fueras. Te dejé verme la piel, porque
sabía que era lo único que querías conseguir de mí. Y aunque desde esa tarde no
te vi nunca más, y aunque después de un par de cervezas me sigo acordando de lo
usada que me sentí, y aunque me sigo arrepintiendo de haberme prestado a tu
juego, estoy entera. Te dejé verme la piel, y la piel es solo eso. Que suerte
que no te quedaste como para que te abriera el corazón. Que suerte que te
fuiste esa tarde en la que estuve con vos para que te quedaras, y no más
adelante. Que suerte que conseguiste lo que querías y que lo que querías era
desnudarme el cuerpo. Porque hubiera dolido mucho más que me desnudes los
sentimientos y miedos sin intención de besarlos. Ni de quedarte. Hubiera dolido
mucho más la despedida después del amor que la despedida después del sexo.
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