Colores
Solía pensar que para entender mis emociones, tenía que ponerles un color. Una manera de comprender lo que sentía era ponerle un nombre. Y como no encontraba nombre, se me ocurrió la idea de los colores. En pocos meses cada cosa que me había pasado aparecía pintada en mi mente, según su intensidad. Fue una época de mi vida en la que me sentía mareada de tantos sentimientos diferentes y constantes. Mi vida cambiaba de tonos como el cielo a través del día, y yo no podía evitar sentirme afectada por tal inestabilidad. Así que en función de ordenar, empecé a colorear mi cabeza, para aprender a diferenciar todo lo que yo sentía. Quizás así podía intentar que los colores dejen de cambiar tan rápido.
Hubo días en los que solo podía pensar en el color negro, porque así estaba mi corazón y mí autoestima. El negro lo asocie con un panorama oscuro, donde parecía que nada jamás mejoraría. Así que agarré una agenda, y escribí la palabra "negro" con la fecha del día. Ese mismo día seguí escribiendo colores, que eran mucho mas que solo colores. Ese mismo día me sentí optimista un tiempo, y lo relacione con el blanco. Me sentí inestable, y lo relacioné con el azul eléctrico. Me sentí triste, y lo relacioné con el marrón. De repente toda mi agenda estaba llena de nombres de colores. Ya estaba harta y cansada de sentir tantas cosas por día, de pasar de negro a blanco en un abrir y cerrar de ojos. ¿Por qué yo no podía estar bien un día entero?
Entre todos los colores descubrí algo extraño. Justo antes de que el color claro vuelva a oscurecerse, aparecía un nuevo color en el medio, como un pasaje a la tristeza. No supe que color era, pero sabía bien el sentimiento que representaba. Era el miedo. Cada vez que yo sentía miedo, mi cielo se volvía a entristecer, y todo se volvía negro. Me di cuenta entonces, que para mí el miedo sería el rojo, de peligro. El miedo es peligroso porque crea realidades que solo existen en tu cabeza. Yo estaba muerta de miedo sin razón aparente, solo por las cosas que pensaba sobre mí misma y los demás. Entendí que si no le daba lugar al rojo, nunca iba a llegar al negro otra vez, porque una vez que crees que hay un peligro, el peligro se vuelve real, y todo el mundo se transforma en una amenaza. El miedo te hace chiquito e indefenso, sin ningún arma para defenderte salvo esconderte hasta que la tormenta pase, para poderte proteger.
Ya no quiero que el rojo aparezca nunca más, pero al menos ahora lo detecté. El miedo, siempre atrás de todo. Cuando veo que llega, intento empujarlo lejos. Me digo a mi misma que no tengo que creerme todo lo que mi cabeza me dice. Me digo a mi misma que valgo más que lo que el miedo me hace sentir.
Ya no quiero días negros, ni días llenos de colores e inestabilidad. Ya no quiero días en los que no sepa si va a llover o salir el sol. Quiero días celestes, quiero días rosas. Esos días en los que no tenés miedo de la tormenta, porque no hay nubes cercas, y no hay posibilidad de que llueva. Esos días en los que si se pone feo, es por circunstancias externas, ajenas a vos. Ya no quiero ser la culpable de mis altibajos, y voy a luchar con toda mi luz para evitar que mí cielo se vuelva a nublar por mis propios miedos.
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