Mi cuerpo

Yo no amo a mi cuerpo, y no tengo que hacerlo. Dicen que del amor al odio hay un solo paso, y he visto a gente volverse loca en nombre del amor, cometer locuras en nombre del amor, ordenar sus prioridades de forma incorrecta en pos de amar. Yo no lo amo, y no quiero hacerlo. El amor es frágil, como cualquier sentimiento: Se evapora, se disipa, y eventualmente termina. ¿Qué se hace cuando termina el amor?, ¿Cuál es el peligro oculto detrás del mensaje que nos manda a ''enamorarnos de nuestro cuerpo, de nuestra forma, de nuestras curvas?, ¿Por qué razón deberíamos sentir algo tan fuerte por nuestra superficie, cómo el amor? ¿Por qué nos aconsejan adorarlo, cual si fuera nuestro altar, como si fuera nuestro templo? Yo no lo adoro, y hace mucho tiempo ese dejó de ser mi objetivo. Porque la pasión es intensa y efímera, pasajera, momentánea. Se propaga rápido como el fuego y diluye de pronto, como el hielo, y yo no busco desearlo con pasión, sino quererlo con cordura, respetarlo aunque no lo idolatre, porque mis experiencias con el amor me dicen que es breve, brusco y arrollador, como un huracán que te llena de vida, solo para arrebatártelo todo en un instante, y enamorarse es una emoción. ¿Cómo construir algo verdadero y duradero a partir de algo tan dinámico? Yo no busco inquietarme al verlo, ni que mirarlo me acelere. Busco dejar de odiarlo, de insultarlo, dejar de culparlo, pero no lo quiero amar, porque reemplazar obsesiones no mejora ni soluciona, y porque amarlo es pretender que permanezca intacto en un mundo que nos envejece día a día, sin nada que podamos hacer para impedirlo.
Quiero aceptarlo, quiero quererlo como se quiere de verdad.
Yo no amo a mi cuerpo, y no tengo que hacerlo. Tengo que tenerle un inmenso respeto, porque me mantiene viva, y porque fue con este cuerpo, en cualquiera de sus formas, y no con otro, con el que tuve la capacidad de amar, y será con este cuerpo, como sea que fluctúe, con el que voy a poder vivir, pero no quiero enamorarme de él, porque enamorarse es no tener ojos para nadie más, y dentro de este cuerpo, con el que tanto me ensaño y obsesiono, estoy yo, y algún día, cuando deje de odiar o amar a mi cuerpo, sé que me voy a enamorar de quién soy en verdad: Porque ella, la que está dentro, no envejece. Y a ella si la tengo que amar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Día de sol

El último cigarrillo

Te quiero