Enfrente

Enfrente de la persona a la que más debería querer, dije cosas terribles. Subestimé constantemente su presencia y desprecié su valor. La di por sentado, le eché en cara cada defecto y odié su compañía. Aún así, ahí estaba. Su cuerpo seguía regalandome tiempo y me seguía perdonando todo. La maltraté mientras apreciaba y aceptaba a todos los demás, jugué con su cariño, la hice sentir siempre menos que todo el mundo, pero ahí seguía, todos los días se quería un poco menos, y todo era sólo culpa mía.
Enfrente del espejo, me pido perdón por haber sido por tanto tiempo mi mayor obstáculo y mi peor enemigo. Entiendo que me dije cosas terribles, y que me estaba escuchando. Que me creí cada insulto, cada duda, cada risa. Que me subestimé por años enteros y que fui mi mayor crítico. Que terminé creyendo cada mentira que me decía. Que terminé pensando que tenía que parecerme a esa persona, o a esa otra, o a cualquiera que no sea a mí. Que puse en duda todas mis virtudes y remarqué cada uno de mis errores. Que no reconocí nada en mí y viví con miedo de no llegar a ser importante cuando ya lo era. Que no pude entender que mi existencia cambiaba vidas y que tenía que tratarme con la misma paciencia con la que trataba a todos los demás. No se trata de conformarse sino de alcanzarse, de mirarse y poder reconocerse y quererse justo así, sin sacar ni agregar nada.
Enfrente de la persona a la que más debería querer, le pedí perdón. Me pedí perdón. Y estoy preparada para darme una de esas oportunidades que le regalo a todos los demás. Y estoy lista para mirarme y reemplazar la crueldad. Entender que soy lo único que tengo, todo el resto viene y va, y que nada ni nadie se disfruta si no te sentís cómodo en tu propia piel. Acariciar mis cicatrices y admirar mis heridas, no ser tan dura conmigo misma, tratarme con el mismo amor que vivo intentando dar a todos los demás. Nadie nunca se lo va a merecer más.

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