Amor sin promesas

 Las palabras precisas no las recuerdo. Se esfumaron de mi mente como si las hubieses escrito en lapiz, o como si, sin darme cuenta, hubiese optado por una amnesia selectiva para seguir a tu lado, para seguir construyendo, ignorando que nuestra construcción no hace más que tambalear, y que a veces sos el viento, el lobo que sopla hasta su última reserva de aire en pos de derribarnos, y yo quién pone el cuerpo para evitar el derrumbe, porque nos pretendo salvar.


Las palabras precisas las recuerdo, en realidad; pero no quiero recordarlas, entonces hago un ejercicio mental e intento huir de ellas por todo el tiempo que pueda. Me dijiste, palabras más, palabras menos, que no podés prometerme que no vas a herirme de la manera más cruenta, despiadada, inhumana que existe. Es decir, que sos capaz de traicionar mi confianza, que sos capaz de lastimarme como yo no lastimaría a nadie, que sos capaz de hacerlo y que no vas a prometerme lo contrario porque, palabras más, palabras menos, no creés que se pueda prometer tal cosa. Es decir, que sos capaz de, sabiendo el daño que vas a causar antes de cometer el crimen, cometerlo, pero que no sos capaz de sostener una promesa, que eso sí te parece gran cosa. Que las promesas son aire, y que el aire no es tangible. Pero ese aire es el que me falta para poder respirar.


Las palabras precisas las recuerdo, todos los días, cada vez que te miro y me pregunto cuánto me va a doler conjugar nuestro amor en pasado. Y también me pregunto si te perdonaría en caso de que hicieras lo que no podés prometerme que no vas a hacer. Y la respuesta es que no, no te perdonaría jamás. Pero no porque no sea capaz de perdonar tal cosa, en alguna ocasión, a alguna persona. Sino porque vos dejaste la puerta entreabierta, la posibilidad latente, el arma cargada. Te imaginaste el dolor que me causaría y asumiste la culpa.


¿Sabías que, cada vez que me decís que me querés, también me estás diciendo, palabras más, palabras menos, que no tanto como para darme una seguridad, una mínima seguridad, de que cada vez que te abrazo y pretendo bailar, no tengo que sentir miedo de que dispares?


Entonces sigamos bailando, y si algún día incumplís la promesa que no hiciste, te lo prometo:

no me vas a ver nunca más.

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