Café
La volvió a
ver, después de 7 meses. Ahora estaba más rubia, pero su manía de jugar con su
pelo mientras hablaba seguía siendo igual. Su sonrisa se había perfeccionado,
pero su forma de reírse era la misma de siempre, esa que el moría por hacer
brillar, y le seguían causando gracia los mismos chistes, esos que él le había
aprendido a contar. Su mirada ahora era más madura, como la de quién estuvo y
volvió de un infierno, y él se preguntó para sí si se había debido a su
ausencia. O quizás ahora estaba más distante. Quizás antes lo miraba con amor,
y ahora con dolor. Su forma de vestirse había cambiado, ahora era más oscura,
formal. Tal vez se debía al nuevo trabajo. Tomaba el café sólo, igual que
antes, cuando era suya, pero había abandonado el azúcar. Todo estaba intacto y
todo había cambiado a la vez, menos lo que sentía por esa mujer que hoy volvía
a tener enfrente.
Y de pronto se reprochó no haberse quedado cuando el café le gustaba con azúcar, cuando se vestía de colores pastel, cuando su sonrisa era hermosa aún mas imperfecta, cuando su pelo era más oscuro, cuando su mirada no denotaba frialdad. Sí, seguía siendo la misma. Movía las manos al hablar y se seguía emocionando por todo con la alegría de un niño que ve por primera vez el mar. Estaba maquillada casi a la perfección pero su pelo era un desastre, y así a él siempre le había gustado más. Sí, era ella, se acordaba de todos sus detalles, sus maneras, sus pequeñas particularidades que la hacían tan especial. Era ella, a la que había dejado ir, otra vez ella, a la que nunca se había dejado de aferrar.
Pero su mirada. Algo le decía que ya era tarde en su mirada. Algo le gritaba que tendría que haber sido 7 meses atrás. Porque él huyó, cobarde, y durante todo ese tiempo, se dedicó a llevarla dentro, a sujetarla como debió haberla abrazado en la vida real.
Y de pronto se reprochó no haberse quedado cuando el café le gustaba con azúcar, cuando se vestía de colores pastel, cuando su sonrisa era hermosa aún mas imperfecta, cuando su pelo era más oscuro, cuando su mirada no denotaba frialdad. Sí, seguía siendo la misma. Movía las manos al hablar y se seguía emocionando por todo con la alegría de un niño que ve por primera vez el mar. Estaba maquillada casi a la perfección pero su pelo era un desastre, y así a él siempre le había gustado más. Sí, era ella, se acordaba de todos sus detalles, sus maneras, sus pequeñas particularidades que la hacían tan especial. Era ella, a la que había dejado ir, otra vez ella, a la que nunca se había dejado de aferrar.
Pero su mirada. Algo le decía que ya era tarde en su mirada. Algo le gritaba que tendría que haber sido 7 meses atrás. Porque él huyó, cobarde, y durante todo ese tiempo, se dedicó a llevarla dentro, a sujetarla como debió haberla abrazado en la vida real.
Porque desde que se habían perdido, sólo sabían recordarse. Porque desde que se habían renunciado, solo sabían arrepentirse. Porque con el tiempo el amor los desencontró, y hoy sus ojos le decían que el momento había sido antes. Cuando el café le gustaba con azúcar.
Comentarios
Publicar un comentario