Despedirme

En el afan de buscarle un cierre, vuelvo, sólo para lastimarme una vez más. No aprendí a despedirme. Las veces que lo hice terminé dando la vuelta, y pactando secuelas a historias que no merecían ni segundas ni terceras partes, aún sabiendo que el guion ya estaba planeado y sólo faltaba escribirlo, y que terminaría mal. 
En el afan de no escucharme, te digo que sí. Que estoy dispuesta a escucharte una vez más. Aunque ya sé que las frases que me vas a decir están articuladas. Son las mismas de siempre. Aunque me prometí no volver a creer en nada que intente postergar un final necesario. Vos te vas a sentar enfrente mío, y me vas a repetir el monólogo que ya conozco de memoria, y yo, respetando mi parte en el diálogo, te voy a decir que está bien. Que está bien que me sigas haciendo mal.
Me digo a mí misma que la historia necesita un cierre, y vuelvo, y me juro en el trayecto de que sólo se trata de dar un adiós más claro, menos inconcluso, definitivo. Es que no aprendí a despedirme. Las veces en las que me atreví a hacerlo, retrocedí de inmediato, y les dejé mentir.
Al menos, con el poco orgullo que me queda, puedo jurarle a cualquiera que jamás me hubieras convencido de nada si yo no hubiera elegido creerte inclusive desde antes de escucharte.
Y entonces comprendo que el final no tiene que ser lindo, ni claro, ni charlado, ni perfecto, ni circular, ni con un punto final. No volvemos para darle un cierre, ni para que el cierre no sea así.
Sólo volvemos para que el cierre no sea ahí. Porque queremos seguir escribiendo.

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